Mariana Aylwin y los dogmáticos del modelo
Este discurso del “orden”, la “gobernabilidad”, “no dejarse llevar por la calle” dominó la lógica política de la Concertación durante más de 20 años. Ahora se repite, con un sesgo autoritario y tecnocrático, al situar a sus críticos como fundamentalistas de la educación pública y gratuita. Es extraño, pues el país ha funcionado con un enfoque liberal y mercadista sin ningún resultado de calidad en la educación y, cuando esto se quiere cambiar, los que buscan conservar el modelo en crisis acusan a sus adversarios de dogmáticos. Extraño.
A la vez, los diseñadores de las fracasadas políticas opinan como si no fuesen dirigentes políticos, situándose en una posición de técnicos de la educación. En realidad, cuando se habla de políticas públicas se habla de eso, de políticas. Si es así, es claro que las soluciones pasan por el juego de intereses y posiciones y no por ocultar que estas existen.
En esta situación cruzada por una diversidad y tranversalidad de posiciones: ¿cuál es la viabilidad de la unidad de la Nueva Mayoría? Todo parece indicar que sólo será posible –en un marco probable de movilizaciones sociales amplias– si al interior de la Nueva Mayoría se comprende que el país vive un cambio de ciclo no sólo en el sentido político, sino también en el proceso social que va articulando un “nuevo bloque histórico”que cuestiona el dominio y abuso del capital financiero y especulativo sobre la población y el capital productivo; que articula intereses regionales, en tanto, a territorios que se ven esquilmados por el centralismo y la concentración del capital; que une voluntades interclasistas contra la mala educación y pésima salud pública; que asimila al trabajador del comercio con el obrero industrial ante la precariedad laboral y que tiene una consciencia más sólida sobre las libertades individuales, civiles y políticas, y su deber de protección por parte del Estado. En fin, hay un proceso social en marcha, que se está conectando con un discurso crítico al neoliberalismo, de carácter más complejo y que tiene bases de sustentación en la subjetividad de la ciudadanía.
Los liberales de la ex Concertación parecen no comprender del todo este proceso y nos repiten sus desgastadas fórmulas. En este contexto, el diagnóstico realizado por Frei Ruiz-Tagle en el aniversario de la muerte de su padre, en cuanto a que el proceso que se comienza a vivir en el país tiene la magnitud y potencia de la “Revolución en Libertad”de mediados de los 60, sitúa a su partido no sólo como facilitador sino que también como participante activo en las transformaciones estructurales comprometidas en el programa de gobierno.
No se trata, como parece creer M. Aylwin, que se discute con un “mesianismo de izquierda”. La cuestión es la profundidad de la reforma, pues aumentar impuestos a los ricos y devolvérselos vía utilidades de las ISAPRES por transferencias estatales, de entregárselos a las AFP vía subsidio a las pensiones miserables o pasándoles créditos masivos a los grupos económicos controladores de las universidades privadas, son políticas que mostraron su fracaso.
Chile ha despertado de la somnolencia transicional y, como hace tiempo no ocurría, el cómo se exprese el movimiento social, su amplitud, diversidad, métodos y articulación con lo político serán decisivos en la configuración de las reformas. La decisión de los ex dirigentes estudiantiles de participar en la lucha parlamentaria se está mostrando como positiva y útil y ese será un escenario fundamental sobre el cual actuar. En otras palabras, sin resolución de la crisis de representación de la política no habrá cambios progresistas y esto se resuelve conectando una nueva forma de hacer política con los movimientos sociales que levanten demandas viables y con respaldos amplios.
FUENTE: EL MOSTRADOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario