jueves, 27 de febrero de 2014

Análisis

A menos de dos semanas de su salida del gobierno, todos quieren ser Sebastián Piñera. Sepa por qué

26/02/2014 |
Por Equipo Cambio21
Piñera se va, pero todos los indicadores adelantan que se tratará de un hasta luego. Primero, la Alianza solamente tiene en carpeta el liderazgo de Manuel José Ossandón (directivo de RN) para hacerle frente. Y segundo, la lápida que le puso a la derecha dura y pinochetista con motivo de los 40 años del golpe militar (los trató de "cómplices pasivos") y la agenda pro derechos humanos que encabezó en el apodado "septiembre negro" lo aproxima a un centro liberal que parece estar huérfano.
Restan menos de dos semanas para el término del período presidencial de Sebastián Piñera y el retorno a La Moneda de Michelle Bachelet y todo parece indicar que lejos de abandonar el ruedo, el saliente mandatario se mantendrá vigente mediáticamente hablando durante gran parte de 2014.
 
Tal como él mismo lo adelantó en plena campaña de segunda vuelta, creará una fundación vinculada a las políticas públicas y también hará todo lo posible para que el "legado" de lo que fue su gobierno se transforme en su plataforma de retorno en algunos años más.
 
Sólo como dato a considerar, el senador socialista Fulvio Rossi le puso nota 5.0 a su gestión, números que contrastan con las fuertes críticas que desde el primer año de estadía en La Moneda recibe por el lado de la Concertación, hoy Nueva Mayoría.
 
En el momento del adiós, Piñera se lleva algunos conceptos que difícilmente podrá eliminar del inconsciente colectivo político. Para muestra algunos botones: constituyó inicialmente un gabinete de "gerentes", se alejó de los partidos de la Coalición por el Cambio que lo llevaron a la victoria en 2009, tuvo en su equipo de trabajo a personeros vinculados a conflictos de interés derivados del mundo privado y empresarial y desafortunadas frases como "en 20 días hicimos más que en 20 años" y "a los delincuentes se les acabó la fiesta" se transformaron en una mochila muy difícil de sobrellevar.
 
Solamente las cómicas "Piñericosas" lo acercaron a esas cualidades "blandas" tan decisivas que todo jefe de Estado debe manejar: cercanía y confianza.
 
De todas maneras, sin perjuicio del rechazo o adhesión que genera su figura a días de transformarse en un civil más, hay algunos rasgos de su indetectable personalidad que amenazan con quedarse por mucho tiempo en la actividad política criolla, incluso cuando por motivos estratégicos deba alejarse de las luces de la contingencia.
 
Es más, aunque suene tétrico, sus más férreos detractores no lo saben, pero en su actuar tienen interiorizado esta especie de "gen" Piñera. Se trata de los mismos que cuestionaron la omnipresencia e incontinencia verbal y actoral del mandatario cuando, por ejemplo, intervino en la proceso eleccionario de la ANFP que terminó con Marcelo Bielsa renunciando a la banca de la Selección Nacional, aterrizó con su helicóptero en plena carretera por problemas de falta de combustible y paseó el papelito de los 33 mineros por todo el mundo, lo que provocó retos de su propia esposa Cecilia Morel.
 
Son esos mismos que rechazaron el estar "en todas" de Piñera, pero que son capaces de presidir un partido (nacional o regional) o al menos sumarse a una vicepresidencia, ser alcaldes, accecer al Parlamento (lo que los lleva a componer y dirigir comisiones legislativas y hacer vida distrital y provincial), aspirar a la primera magistratura, competir en primarias, estar en ternas o quinas para ser ministros, subsecretarios, intendentes y comandar cualquier tipo de operación política, sea ésta chica o de proporciones. ¡¡¡ Todo al mismo tiempo !!!
 
¿Cuál vendría a ser la queja entonces? Su dinero, obvio. Con justa razón se le exigió (desde todos los sectores) que vendiera o traspasara sus acciones y empresas cuando accedió a la presidencia. Basta recordar que la forma como comenzó su camino a la riqueza en los años 80 (caso Banco de Talca) fue uno de los temas ancla en la competencia que libró con Eduardo Frei, Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate en 2009.
 
Sin embargo, a la hora de concurrir a las urnas la gente que lo apoyó hizo caso omiso de aquello, como también del  "Piñeragate" (o "Kiotazo") y el "caso Spiniak", escándalos en los que terminó peleándose a muerte con la UDI. Pero como el tiempo y el poder cura las heridas, tanto Evelyn Matthei como Pablo Longueira (símbolos del gremialismo) aceptaron dejar el Senado para sentarse en el gabinete y así ser ministros.
 
Ojo que el propio Longueira (antes de ganar las primarias de la derecha ante Andrés Allamand y después caer en depresión) se declaró "fanático" de las "bilaterales" que implementó su ex enemigo con cada uno de los secretarios de Estado durante su administración. Se trata de una práctica comúnmente aplicada en los países donde acceden presidentes con tinte personalista y que habla de una supervigilancia del gobernante en todas las determinaciones a seguir.
 
Piñera se va, pero todos los indicadores adelantan que se tratará de un hasta luego. Primero, la Alianza solamente tiene en carpeta el liderazgo de Manuel José Ossandón (directivo de RN) para hacerle frente (¿a la UDI le alcanzará con el batallón femenino que componen Ena von Baer y Jacqueline van Rysselberghe?). Segundo, la lápida que le puso a la derecha dura y pinochetista con motivo de los 40 años del golpe militar (los trató de "cómplices pasivos") y la agenda pro derechos humanos que encabezó en el apodado "septiembre negro" lo aproxima a un centro liberal que parece estar huérfano.
 
Y tercero, los dos movimientos que nacieron bajo el alero de sus cuatro años, Evópoli y Amplitud, amenazan con transformarse en la nueva derecha que llegará a los acuerdos con la Nueva Mayoría en las votaciones parlamentarias que requieran de altos quórums en el Congreso.
 
No hay dudas, sería un hasta luego. Ahora, si le alcanza para volver a ponerse la banda tricolor en marzo de 2018, eso es harina de otro costal. Total para algunos soñar no cuesta nada. ¿Arriba los corazones?
 
FUENTE: CAMBIO 21

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