La FECH y el cuco del anarquismo / IV
Publicado el 15 Marzo 2014
Escrito por Hugo Murialdo
En este cuarto artículo sobre anarquismo y la FECH, abordaremos los conceptos de federalismo e individualismo en el pensamiento de Bakunin, así como su propuesta de programa presentado a la Liga por la Paz y la Libertad, en orden a establecer los tres aspectos del problema social: la cuestión religiosa, la política y la economía.
Para hablar del concepto de federalismo en el pensamiento de Bakunin, es necesario referirnos, en primer lugar –como lo esbozamos en el artículo anterior- a su posición frente a la Iglesia. Bakunin dice que un mundo gobernado por Dios no deja lugar, por su misma naturaleza, a la libertad humana. “Si el deber del hombre es obedecer a Dios, el hombre ya no es dueño de sí mismo, y no puede defenderse contra el doble despotismo del rey y del sacerdote, quienes le ordenan en nombre de Dios que haga lo que a ellos les conviene”.
Lo que plantea Bakunin, a partir de esta concepción, es la verticalidad del poder (de arriba hacia abajo), misma que se repite en la constitución de las sociedades humanas. A contrariis sensu, la verticalidad debiera ser, de abajo hacia arriba, pues es la única manera que las sociedades sean realmente libres, pues deben derivar todo su poder de las voluntades activas de los individuos para cuyo servicio deben existir.
A partir de esta premisa podemos, entonces, referirnos al concepto de “federalismo” en Bakunin, mismo que tiene una acentuada relación con sus nociones de “antiestatismo” y “antiteologismo”: es el hombre contra el Estado, pero no del hombre individual por oposición a la sociedad, sino del hombre en sociedad (el zoon politikon, de Aristóteles) que da libre expresión a su vivir en sociedad y desea cooperar libremente con sus semejantes, con otros hombres. Esta cooperación, por lo demás, es natural en los pequeños grupos donde los hombres viven juntos como vecinos. Según Bakunin, toda forma legítima de organización social más amplia tiene que descansar en estos pequeños grupos naturales, y si las bases se establecen bien, el hombre puede federarse sin peligro en unidades mayores hasta la vasta federación de toda la humanidad.
En un planteamiento visionario, Bakunin explica que si la base de la organización social se hace desde el Estado, su centralización antinatural y su tendencia autoritaria dividiría, inevitablemente, a la humanidad en grupos de poder hostiles, con la guerra como consecuencia inevitable. Esta concepción “federalista” de la organización social parte de la Comuna local como unidad primaria de la acción colectiva, y constituye estructuras más amplias a base de federación de comunidades para fines comunes, pero de tal manera que el poder último o supremo siempre resida en las comunas y nunca en una autoridad independiente superpuesta a ellas.
Sin embargo, esta concepción “federalista” de la organización social, no dejó de ser una utopía. Durante los debates de los Congresos de la Primera Internacional, se notaron las dificultades que surgieron al analizar la organización de las comunidades con un desarrollo económico más avanzado, más allá del período propio de la economía de aldea autosuficiente.
A pesar de estas dificultades, Bakunin seguía pensando que la coordinación de las actividades de las comunas locales y de la organización de algunos servicios en territorios más extensos, podía llevarse a cabo en buenos términos si la estructura fundamental de la sociedad se organizaba debidamente a base de libertad comunal.
Individualismo.
La forma individualista del anarquismo, aunque tuvo representantes en Europa, como Max Stirner, nunca fue fuerte más que en los Estados Unidos, en donde se desarrolló en un medio social radicalmente distinto. Los anarquistas extremistas creían fuertemente en la naturaleza social del hombre y en los lazos de solidaridad que mantienen unidos a los hombres que viven en comunidades locales bajo condiciones “naturales” de igualdad social. Los anarquistas europeos de la décadas de 1860 y 1870 eran en su mayoría anarquistas sociales, insistiendo en que las instituciones coactivas eran innecesarias y perjudiciales, porque la naturaleza esencialmente social del hombre le permitía y lo capacitaba para prescindir de ellas.
Éste era, así mismo, el punto de vista de Bakunin como también lo era de Kropotkin, (cuyo pensamiento analizaremos en un próximo artículo), quien introdujo la denominación de anarco-comunista, con el fin de precisar con meridiana claridad su posición, y era también el de los creadores del sindicalismo anarquista de Italia, España y el sur de Francia.
Programa para la Liga por la Paz y la Libertad.
Bakunin, antes de su ruptura con la Liga por la Paz y la Libertad, había persuadido al comité central de esta organización para que adoptara un programa que conduciría a la Liga a una política social avanzada. Este programa presentado al segundo Congreso de la Liga, celebrado en Berna en 1868, empezaba por afirmar la imposibilidad de separar los tres aspectos del problema social: la cuestión religiosa, la política y la económica:
- que la religión, siendo cuestión de la conciencia individual, debe ser eliminada de las instituciones políticas y también de la educación pública, a fin de que en adelante las Iglesias no puedan impedir el libre desarrollo de la sociedad;
- que los Estados Unidos de Europa no puedan tener más organización que la que descansa en instituciones populares que tienen como lazo la federación, y como principios la igualdad de los derechos individuales, y así mismo la autonomía de las comunas y provincias para regular sus propios intereses:
- que el presente sistema económico necesita un cambio radical, si lo que se persigue es llegar a una distribución equitativa de la riqueza, del trabajo; del ocio y de la educación, constituyendo esto una condición esencial para liberar a los trabajadores y para abolir el proletariado.
La declaración terminaba con estas palabras: La liga protesta contra todo intento de reforma social hecho por cualquier clase de poder despótico”.
Bibliografía:
G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista (marxismo y anarquismo 1850-1890).
T. II. F.C.E. , México, 1974, 442 pp.
F. Chatelet, et. al., Historia del pensamiento político, Tecnos,. Madrid, 1992, 304 pp.
Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid, 1993, 664 pp.
Varios autores, Historia de la filosofía (la filosofía en el siglo XIX), T. 8, Siglo XXI, México, 1981, 496 pp.
Varios autores, Historia de la teoría política, T 4, Alianza, Madrid, 2010, 528 pp.
Post Scriptum: Con motivo de la publicación en este medio, del artículo titulado “De canalladas, hipocresías y abyecciones”, de fecha 14 de febrero recién pasado, uno de los comentaristas (amén de otras personas por otras vías), me han solicitado más información sobre publicación de los testimonios presentados ante la comisión Valech. En este sentido, me permito informar lo siguiente: los compañeros detenidos en el campo de concentración Chacabuco, han creado una página web, donde han estado publicando algunos testimonios: Chacabuco memoria viva. Su correo:
info@memoriaviva.com
Espero que esta información les sea de utilidad.
Atte. Hugo Murialdo
FUENTE: EL CLARIN
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