jueves, 28 de marzo de 2013

El modelo económico chileno y los desafíos de Bachelet

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Abogado y analista político

La Concertación está desconcertada, al igual que toda la centroizquierda occidental. No se le conoce proyecto, como tampoco a los partidos políticos que la integran, ni a los de sus aliados. Ello, a pesar de haber derrotado con la movilización popular a la dictadura de Pinochet, gobernado por 20 años y estar en la oposición en los últimos tres.
El problema es que la Concertación llegó al gobierno junto con el colapso del comunismo soviético y el terremoto que le siguió. Berlusconi destruyó a la partidocracia italiana (DC y socialistas) y Chávez a la venezolana (socialdemócratas y DC). La internacional democristiana se transformó en la de los demócratas de centro. Y la socialdemocracia fue seducida por la tercera vía, suma del fundamentalismo del mercado y de la preparación de la mano de obra para la sociedad del conocimiento con la expansión de la educación superior, que popularizó Tony Blair.
Ese mundo desembocó en crisis el 2008 y la consiguiente indignación popular, tal como lo predijo un barón de la industria italiana, de Benedetti, a principios de los 90. Dividió a sus colegas entre los vanidosos, pensaron que la gallina pondría más huevos de oro porque el fin del comunismo debilitaría a los sindicatos, y los inteligentes, que temieron por la salud de la ponedora.
La ausencia de alternativa al neoliberalismo en Occidente
La falta de programa para enfrentar al mundo de hoy no es exclusivamente chilena. Incluye a la socialdemocracia, más la desaparición del socialcristianismo, en Europa. La popularidad del presidente socialista francés, Hollande, va cuesta abajo. Y los liberales norteamericanos, su equivalente, ni siquiera se ponen de acuerdo en prohibir la venta al público de fusiles de asalto.
En ese medio, las palabras del Papa argentino en el domingo de ramos respecto del lucro son una esperanza: “Mi abuela nos decía, chicos, el sudario no tiene bolsillos”
Tal vez por ello Ricardo Lagos, en una entrevista en El País, dijo que estamos ante el final de un modo de hacer política. Por desgracia el nuevo modelo todavía no nace, e incluso antes de nacer encuentra resistencia.
Enrique Correa, un representante de lo que Adolfo Zaldívar llamó Mapu-Gute, sostuvo en Icare que la impresión de que los movimientos sociales han reemplazado a la política es una ilusión. Y un alto dirigente del Partido Socialista dijo que le preguntaban solo por Bachelet, si sería candidata y cuándo llegaba, y no por el programa. Al parecer comparte la opinión del Financial Times (2 de octubre de 2012) de que la ex Presidenta es lo más cercano que Chile tiene a una santa viviente.
Esa podría ser la razón de que los políticos de la Concertación y del PC, pese a su desprestigio, empiecen a abandonar la idea de primarias abiertas para todas las candidaturas a congresales, es decir, sustituir a la partidocracia por el querer ciudadano, y recién comiencen a intercambiar posiciones programáticas, hasta la fecha dos reuniones. Mientras que los presuntos enviados de la candidata no son personajes públicos.
Se mencionan, eso sí, una serie de reformas genéricas, educacional, tributaria, salubridad, asistencia social, del sistema electoral binominal. Incluso los más audaces exigen una asamblea constituyente, sin mencionar el texto que proponen.
El desarrollismo extractivista es fatal
Por desgracia, nadie menciona que no es estrategia de desarrollo vivir cada día más del cobre, como Venezuela lo hace del petróleo, y como se ha intensificado durante la administración Piñera.
Cierto, a partir del 2008, cuando comenzó la crisis del capitalismo occidental, nuestra economía creció un 50 %, nos desacoplamos gracias a la China comunista, pero los términos de intercambio (el valor por unidad de nuestras exportaciones respecto del de nuestras importaciones) lo hicieron todavía más, 85 %. Mientras que en el caso de Venezuela la economía apenas se incrementó a pesar de que esos términos subieron más, 120 %.
Sí, estamos mejor administrados desde el punto de vista económico a corto plazo, aunque corremos el riesgo de los vaivenes del precio del cobre, pero no en el de la igualdad. Nuestro coeficiente de Gini es 0,50 y el de Venezuela solo 0,38. Con el agravante de que ya hemos experimentado que vivir de la exportación de minerales es pan para hoy y miseria para mañana, salvo para unos pocos afortunados.
En América Latina Claudio Lozano, un diputado de la oposición izquierdista argentina, calificado como el economista del Papa, niega serlo, admira las “misiones” de Chávez, que en “salud y educación han tenido un impacto sensacional” y las transferencias de ingreso con políticas sociales de los presidentes Lula, Morales y Correa, que modificaron los problemas de los sectores más postergados.
Sostiene sí que hay un límite en toda la región: no sale de una perspectiva de desarrollismo extractivista, a costa de la soja, el cobre, el petróleo y, a lo más, de las maquiladoras. Y no superaremos esa lógica con políticas sociales activas.
Las multilatinas de Chile, Argentina, Brasil, que invierten en el resto de la región, agrega Gabriel Palma de la Universidad de Cambridge, cuando necesitan un avance tecnológico buscan un socio externo para que se lo suministre. Las marcas propias latinoamericanas, incluso en la industria automovilística en que somos importantes, brillan por su ausencia (la excepción son los aviones de Embraer, Brasil). Y la productividad laboral latinoamericana es la octava parte de la norteamericana y la cuarta de la asiática.
En vez de avanzar rumbo al cambio productivo con actividades que ocupen tecnología y mano de obra especializada, retrocedemos hacia una reprimarización de la economía. Y los sectores modernos latinoamericanos, también en Chile, se reducen al extractivismo (incluida la soja transgénica), la banca y empresas de utilidad pública, actividades que utilizan poca mano de obra.
Asia nos da el ejemplo
El contraste con Asia no puede ser más marcado. En 1960 el PIB per cápita de Corea del Sur, 690 dólares, era inferior al de todos los países latinoamericanos, incluso del de Honduras, entonces el más pobre, 901. Hoy es al revés, 32.400 Corea, y el nuestro, el más alto de la región, 18.400. E incluso el de Japón, en 1960, 2.701 dólares, era superado por los de Uruguay, 4.401, Venezuela, 3.899, Argentina, 3.381, y Chile, 3.130. Ahora estamos en la mitad del japonés, que es de 36.200.
La razón es que si bien ambas regiones empezaron con sustitución de importaciones, proteccionismo y un Estado intervencionista, los asiáticos siguieron avanzando con flexibilidad, pragmatismo y continuidad en las políticas gubernamentales, muy propio de quienes se desarrollaron después, hacia una industria tecnologizada; con apoyos sectoriales, mientras que América Latina se convirtió al muy neoliberal consenso de Washington, cuyo principio es un dólar en potato chips es lo mismo que un dólar en computer chips. En el caso de Chile, de la noche a la mañana y a punta de bayonetas.
El modelo asiático comienza a ser difundido en el mundo en desarrollo por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Suráfrica), que en su cumbre en Durban, República Sudafricana, en estos días, darán el vamos al Banco de Desarrollo Brics. The Economist lo llama, horror de horrores, capitalismo de Estado.
Chile un modelo oligopólico
Como dice Palma nos faltó un Estado que disciplinara a la élite capitalista para que no sólo se beneficiara con la protección, sino que la usara de manera efectiva para el desarrollo. Y todavía no lo tenemos, ni siquiera para gobernar una economía que se publicita de mercado, pero que es oligopólica.
El 3 % de las empresas hace el 87 % de las ventas, como lo denunció el 2007 el entonces senador Adolfo Zaldívar. Y como lo describe con detalle un documento de Hernán Boselin y Ramón y Cristián Briones, “Modelo económico-social y competencia en los mercados: Chile un caso de oligopolio y asistencialismo”, publicado en El Mostrador el 6 de enero de 2012. El crédito, por ejemplo —a la inversa de la oferta de trabajo— va el 85 % a las grandes empresas y el 15 % a las pymes
En el Chile de hoy las exportaciones son un tercio del PIB, y los productos básicos un 75 % de ellas, la parte más dinámica de la economía. Por su parte las importaciones se duplicaron entre el 2000 y el 2007 y de nuevo el 2011, un total de 300 %.
Se expandieron los centros comerciales, un récord en las Américas de metros por habitante. Explotó el consumismo de productos importados, incluida la flota automotriz para llegar a esos centros, todo financiado a crédito y con intereses usurarios.
Por ello la actividad principal de nuestros multimillonarios de la lista Forbes son la minería, la madera y sus derivados, la pesca, las megatiendas y supermercados y la banca. Y el rendimiento de nuestra inversiones en el extranjero es de solo 3 %, mientras que las en sentido contrario es de 10 %, como lo indicó Ricardo Hausmann.
El modelo chileno fue criticado con dureza por el Arzobispo de Santiago y la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica en septiembre del 2012. Muy en especial su sistema de crecimiento muy centrado en el lucro, un Estado con las manos atadas para la prosecusión del bien común, asistencialismo social descuidando la justicia y equidad en los sueldos, y desigualdades escandalosas entre ricos y pobres. Todo lo que provoca movilizaciones sociales que pueden poner en peligro la gobernabilidad.
Encontrará Bachelet la Cruz del Sur
Veremos si la popular ex Presidenta puede imponerse a la clase política. Primero y antes que nada uniendo a la oposición tras primarias abiertas para todo cargo de congresal. La consigna un Congreso para Bachelet carece de sentido si la oposición no va unida y con mandato ciudadano, porque si es así lo más probable es que se repita el empate virtual en bancas con una alta abstención
El centro de su proyecto debería ser poner fin al neodesarrollismo extractivista con una estrategia de desarrollo sectorial en lo económico y al binominalismo en lo político. Aportes estratégicos hay múltiples para el primero y el último es una aberración incluso aritmética.
Además, una reforma tributaria para, a lo menos, igualar la carga entre el trabajo y el capital. Chile debe ser el único país que tiene un impuesto a los salarios que es administrado por el sector financiero privado para invertirlo en el mercado bursátil tanto chileno como extranjero.
Si encuentra la luminosidad de la Cruz del Sur nos podría sacar de esas tinieblas neoliberales. Las luces para sustituir el desarrollismo extractivista por una estrategia sectorial son múltiples, además de los aportes locales, como los de Osvaldo Sunkel y Ricardo Ffrench-Davis.
Contamos con análisis críticos de Michael Porter, director del Instituto de Estrategia y Competividad de la Escuela de Negocios de Harvard, quien nos ha visitado y criticado de que no tengamos una estrategia de desarrollo, y pasando por el economista de Papa, con la Cepal, cuyo informe, “Cambio Estructural para la Igualdad. Una visión integrada del desarrollo”, 2012, debería ser el libro de cabecera de nuestros gobernantes.
Si no la encuentra, nuestra gobernabilidad estará en verdadero peligro.

FUENTE:EL MOSTRADOR

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