jueves, 2 de agosto de 2012

La Moneda y Hacienda tropiezan de nuevo con la falta de manejo político

Todos los errores del gobierno en el proyecto de reforma tributaria

La administración Piñera ha generado un estilo legislativo y de manejo de conflictos que ha recibido duras críticas tanto en la oposición como en el mismo oficialismo. La polémica de turno demuestra que no ha aprendido de sus yerros en el Congreso y ahora está metida en un zapato chino con un proyecto concebido el año pasado en medio de la efervescencia estudiantil, el que ya lleva mucho tiempo discutiéndose ante la opinión pública.
Las largas discusiones entre el gobierno y la oposición, y la dificultad de la administración de Sebastián Piñera para establecer orden en sus propias filas, se han convertido en regla de conducta. De ahí que la polémica surgida a raíz del debate por la reforma tributaria tenga agotados a moros y cristianos.
Tanto en la propia Alianza como en la oposición admiten que el debate sobre esta materia empezó “viciado”, temiéndose que —después de una larga y accidentada tramitación— el proyecto termine en algo con lo que ningún sector quede conforme, y sólo sirva para que el gobierno pueda mostrar un ticket y “salvar la dignidad”. Esto, según reconoce un partidario del oficialismo, quien aún cree posible que se llegue “a algún tipo de acuerdo” para cerrar el episodio. Con todo, no descartan en la derecha que capítulos como este se vuelvan a repetir, porque en el sector ya se asume que es parte del estilo de trabajo de La Moneda.
Las críticas que se hacen al manejo del gobierno desde su propio sector son tanto o más duras que las que vienen desde la Concertación. Se ha vuelto recurrente el problema de la falta de manejo político. Problema que recae particularmente sobre el titular de Hacienda, Felipe Larraín, pero que no por eso deslinda de responsabilidades a los ministros políticos. Pese a que en estos dos años y medio el gobierno ha pasado por un número no menor de crisis.
Porque cada vez que surge un conflicto, ya sea social o legislativo, se enfrenta con similar estrategia al anterior y “se cae en los mismos errores, vistos una y otra vez”, reconoce un parlamentario de la Alianza. Por lo pronto, para un sector del oficialismo, la administración Piñera debiera haber optado por “socializar” la reforma tributaria con sus bancadas para llegar al Congreso con una iniciativa que al menos contara con los votos seguros de la derecha. Sin embargo, tal como en otras oportunidades no sólo no la socializó, sino que se la impuso a la UDI que se había negado a estudiar el tema, argumentando que no está en el programa del gobierno por el que el partido votó. Adicionalmente, desde un sector más pragmático del gremialismo se levantó una contrapropuesta liderada por el senador Hernán Larraín que, según representantes de la tienda, “no contribuye a ordenar el ambiente interno”, pero que también es una clara muestra de la falta de coordinación entre el Ejecutivo y los partidos.
Está el hecho muchas veces repetido de que algunos ministros, no pocos, de este gobierno carecen por completo de “manejo político”. Caso en el que se encuentra el titular de Hacienda, quien además nunca estuvo íntimamente convencido de la necesidad de subir los tributos a las grandes empresas, en algunos de cuyos directorios estuvo sentado hasta antes de entrar al gabinete. Sus declaraciones acerca de que La Moneda estaría dispuesta a enviar un veto aditivo si no logra reunir los votos para aprobar la reforma tributaria, fueron mal evaluadas incluso en Palacio, donde hay quienes plantean que “no puede dar la impresión de que el gobierno está derrotado, cuando aún no se comenzaba a negociar con la oposición”.
Desde la oposición hacen el mismo reclamo. Se quejan de que no ha existido diálogo, que no ha habido interés del gobierno por avanzar en las conversaciones para llegar a un acuerdo que deje convencidas a ambas partes de que la reforma tributaria, o “ajuste” como lo llaman en el bloque opositor, “va a servir de algo”. Por otra parte, el senador Ricardo Lagos Weber (PPD) se ha formado la certeza de que “el gobierno no tiene convicción ni corazón en esta reforma tributaria, porque se la impuso la calle. Nunca estuvo en su programa”. Algo en lo que coinciden muchos de sus pares de la Concertación —por qué no decirlo, de la propia Alianza—, que le atribuyen toda la responsabilidad a la UDI en los problemas de la administración Piñera para buscar acuerdos amplios en distintas materias. Sea como sea, en el oficialismo hay quienes son capaces de advertir que La Moneda sigue cometiendo errores que el primer año podrían haberse caratulado como de “principiantes”, pero que ya deberían haberse superado.
En este escenario, un diputado gremialista reconoce que el primer fallo del gobierno en esta negociación “es el proyecto mismo. Es un proyecto con muchas aristas que, no siendo relevantes para los propósitos de la iniciativa, generan ruido innecesario”. Aunque también insiste en la falta de diálogo que, si bien no se hizo con la oposición, al menos se debió haber asumido con el oficialismo. Esto, porque lo que en la práctica hizo la autoridad, a juicio del legislador, fue “lanzar el proyecto y después salir a buscar los votos”, algo que ya ha fracasado en otras ocasiones. Sin ir más lejos fue uno de los elementos que complicó la negociación por el salario mínimo en las bancadas del partido del propio Presidente de la República.
Los errores estratégicos tampoco han pasado desapercibidos en la Alianza. Por lo pronto, mirando hacia los inicios del debate por la reforma tributaria impulsado por la Concertación el año pasado, un senador aliancista se lamenta amargamente, señalando que “esa discusión previa nos dividió mucho. Produjo fisuras dentro de la coalición de gobierno. Pero si había ministros que decían que era necesaria —aludiendo al titular de Economía Pablo Longueira— y otros que no”. Entre estos últimos recuerda al vocero Andrés Chadwick cuando le asegura a la Concertación que no era necesaria una reforma para reunir recursos para costear la reforma educacional, porque esos dineros estaban. Ahora, en cambio, el principal argumento que hace necesaria la reforma es justamente la educación: “Si decimos todos que la educación es el eje central que necesitamos fortalecer, si necesitamos recursos, para ello hemos presentado una reforma muy equilibrada”, arguye por estos días.
Otra equivocación, a juicio del mismo parlamentario oficialista, fue la elección del momento para enviar la iniciativa al Congreso. Según recuerda, “se pensó que la Concertación nunca iba a votar en contra de algo que venía pidiendo desde el año pasado. Y cuando se mandó el proyecto ellos estaban muy desordenados. Por lo mismo estaba la sensación de que se podría convencer a un par de senadores que siempre están más dispuestos al diálogo con el gobierno. Pero resultó que en medio de la discusión por el salario mínimo (Eduardo) Frei golpeó la mesa y logró aglutinarlos. Algo que se ha mantenido hasta ahora. Hubo un mal cálculo”. Pero también está el hecho de que el tenor de las descalificaciones ha ido in crescendo, explica otro legislador de la Alianza, que admite que “no se ve bien” que Piñera invite a representantes de la oposición a La Moneda y a los pocos días, o incluso al día siguiente, desde el mismo gobierno o parlamentarios hagan declaraciones descalificatorias. “Así es difícil generar confianzas”, reconoce.
Por último está el hecho muchas veces repetido de que algunos ministros, no pocos, de este gobierno carecen por completo de “manejo político”. Caso en el que se encuentra el titular de Hacienda, quien además nunca estuvo íntimamente convencido de la necesidad de subir los tributos a las grandes empresas, en algunos de cuyos directorios estuvo sentado hasta antes de entrar al gabinete. Sus declaraciones acerca de que La Moneda estaría dispuesta a enviar un veto aditivo si no logra reunir los votos para aprobar la reforma tributaria, fueron mal evaluadas incluso en Palacio, donde hay quienes plantean que “no puede dar la impresión de que el gobierno está derrotado, cuando aún no se comenzaba a negociar con la oposición”.
Los parlamentarios oficialistas tampoco la asumen como una buena estrategia, ya que estiman que eso sería “un despropósito”. Tampoco existe mucha disposición a que el Ejecutivo baje los brazos a esta altura del debate y retire el proyecto, porque eso sería “salir derechamente derrotado”. De allí que incluso en la UDI, donde la reforma tiene menos adherentes que RN, están dispuestos a aprobar lo que han llamado una reforma “simplificada”. Con ese propósito siguen las conversaciones entre ministros y parlamentarios oficialistas para acelerar el tranco y aprobar el proyecto lo antes posible.

FUENTE:EL MOSTRADOR

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