La ira y el clamor de la gente
Publicado el 28 Abril 2014
Escrito por Rafael Luis Gumucio Rivas
Valparaíso ha tenido los más corruptos e ineficientes gobiernos regionales y comunales en los últimos años: dos intendentes han sido denunciados a la justicia por malversación de fondos públicos; alcaldes, como Hernán Pinto y Jorge Castro han sido los reyes del clientelismo en los cerros, engañando a los pobladores con falsas promesas – Valparaíso, una de las ciudades con mayor desempleo en Chile, viene a ser como el paraíso de las mafias elitistas -. Nuestras castas políticas están podridas y de nada sirve que Chile esté clasificado, dentro de los países latinoamericanos, con menor índice de corrupción, pues sólo demuestra que los demás son aún peor.
Que Osvaldo Wilson se haya enfrentado al edil, Jorge Castro, y le haya cantado “las cuarenta” tiene un significado muy importante: representa la ira y el clamor de los porteños de los cerros frente al abandono y corrupción de que han sido objeto por parte de las autoridades comunales y regionales, que sólo los visitan y les prometen esta vida y la otra con el fin de comprar su voto – esta es la forma moderna del cohecho en Chile, en virtud de la “democracia binominal” -; este poblador se las cantó clarito: “yo voté por usted, pero me engañó”. El mandarín de Valparaíso se atrevió a responderle que “por qué no resaltaba lo bueno de su gestión en los cerros”, ante lo cual, Osvaldo Wilson le respondió que “tiene el derecho de hacer resaltar lo malo”. Es que nuestras autoridades se creen que su poder emana de Dios y que los pobladores están para servirles y no para ser servidos.
El alcalde, rodeado de una corte de asesores marinos y carabineros se sentía tan seguro que sin pensarlo dos veces, lanzó la pachotada, tuteando ante ciudadano, como lo hacen, la mayoría de las veces con todos pobladores, le dijo: “¿A ti quién te ha invitado? – como si fuera el dueño de los cerros de Valparaíso -, y la respuesta no se dejó esperar: “la pobreza nos ha conducido a vivir de forma indigna e inhumana”.
El alcalde, erigiéndose como protector de los pobres, expresó que existían soluciones habitacionales para los siniestrados, pero Wilson, muy explotó: “no quiero vivir en un departamento de 30 metros cuadrados, donde hasta los “pedos” son escuchados por el vecino”, es decir, quiere algo tan humano como que se respete su forma de vida y la libertad para elegir lo que a él le conviene, incluso, donde pueda criar sus animalitos - las autoridades no comprenden que muchas de las “tomas” son protagonizadas por personas de origen rural, que se han visto obligadas a emigrar a las ciudades.
Con razón, Osvaldo Wilson, tomando la vocería de sus compañeros, por la ineficiencia de los servicios básicos, sobre todo la falta de agua, e increpando al alcalde diciéndole “cómo se sentiría él si viviera cuatro días sin bañarse” y el edil hizo mutis por el foro.
La Presidenta, Michelle Bachelet, no lo ha hecho mejor, pues sólo se presentó unos minutos al segundo día de la tragedia y, al ser pifiada, nunca más se le vio por esos lares. El ministro del Interior apenas sí le vio, pues pasaba reunido en la oficina del intendente, quien no cumple ningún papel de poder ya que, para el caso del desastre, ha sido reemplazado por un delegado presidencial – no hay personajes más ridículos que los intendentes designados por el monarca de turno, ¡Basta, llegó la hora de quesean elegidos por los ciudadanos!
La “Gift Card”, a la cual tenían derechos los damnificados por el incendio para adquirir ropa, se ha convertido en un escándalo público, pues sólo pueden hacerlo en las grandes tiendas monopólicas del real – Cencosud, Falabella, París y Ripley – y, como lo que más necesitan los pobladores se concentra en agua y material de construcción, esta carta constituye una verdadera burla que se prestado, en algunos casos, para la compra de zapatillas de marca y poleras de los equipos favoritos de futbol.
Cada día las castas políticas están más lejanas del pueblo y, más temprano que tarde, los ciudadanos despertarán y ¡Dios los libre de la ira de la muchedumbre! Como decía el historiador Alberto Edwards, que no aceptaría ser diputado, pues “prefería estar entre los apaleadores, que entre los apaleados”.
Rafael Luis Gumucio Rivas
28/04/2014
FUENTE: EL CLARIN
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