martes, 25 de septiembre de 2012

El gobierno de Chile y la ciencia 


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Director del grupo Macro Connections en el MIT Media Lab. También es facultativo asociado del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.

Mi nombre es Cesar Hidalgo y estudié Física en la Pontifica Universidad Católica de Chile. Como muchos amigos y colegas, emigré de Chile meses después de terminar mi licenciatura. Ahora, llevo más de ocho años en Estados Unidos, donde soy residente permanente y dirijo un grupo de investigación llamado Macro Connections en el MIT Media Lab.
Durante mi tiempo en MIT he tenido la oportunidad y agrado de interactuar varias veces con el gobierno de Chile. Hace un año recibimos al Presidente Piñera en el MIT Media Lab y, más tarde, viajé a Chile para formar parte del Congreso del Futuro, organizado por el Senador Guido Girardi. En ambos casos las interacciones fueron positivas. De hecho, recuerdo con alegría el almuerzo en La Moneda organizado en esa ocasión por Guido Girardi, donde el Presidente de Chile recordó a su padre en un modesto brindis, dado que era el día su cumpleaños.
Hoy, sin embargo, escribo esta nota con un poco de tristeza, al haberme enterado de la iniciativa de mover Conicyt al Ministerio de Economía. Como académico, me preocupa la forma en la cual el oficialismo interpreta lo que es el rol de la ciencia en la sociedad. De hecho, creo que no lo entiende. Me disculpo si esta nota suena un poco emocional, pero Chile es donde inicié mi formación académica.
El movimiento propuesto pretende trasladar a Conicyt desde el Ministerio de Educación al Ministerio de Economía. La ciencia, sin embargo, es una actividad importante en sí misma. Considerarla como un apéndice del sistema educativo, o de la actividad económica, es incorrecto. La ciencia contribuye a la educación y a la economía, por lo que necesitamos crear instituciones en las que la educación y la economía, le devuelven el favor a la ciencia, y estén al servicio de esta.
Chile fue donde estudié una carrera que amé, cuando todos me preguntaban “para qué servía”. Fuera de Chile, sin embargo, estos conocimientos me han llevado a ser profesor de la que algunos consideran la mejor universidad del mundo, y a ser panelista plenario del Foro Económico Mundial. La pregunta entonces es por qué me preocupa tanto este anuncio. Mi respuesta, en esta oportunidad, tiene cuatro partes:
La primera fuente de preocupación es que esta propuesta pone en evidencia un paradigma sobresimplificado con respecto al proceso de desarrollo tecnológico. La tecnología no es el resultado de un proceso lineal en el cual la ciencia básica está en un extremo, y las aplicaciones en el otro, y lo que hay que hacer es empujar a que la “ciencia se aplique”. Por el contrario, gran parte de la tecnología y los bienes de consumo no emergen mayoritariamente de un “push” científico, sino que de un “pull” en el que artistas y diseñadores toman prestados componentes basados en ciencia para desarrollar nuevos y mejores productos. De hecho, un automóvil, iPad, licuadora, videojuego o refrigerador requiere de diseñadores tanto o más que de ingenieros y científicos.
Casi todos los productos que compramos día a día (y que Chile importa) tienen un gran componente de arte y diseño, no como un lujo, sino porque es esencial para la experiencia del usuario. Por ejemplo, ex alumnos de un grupo dedicado al arte en el MIT Media Lab crearon el popular juego Guitar Hero, mientras que un grupo dedicado a la educación creó los famosos Lego Mindstorms. Ciertamente, la intención de este primer punto no es pedirle al gobierno que añada las iniciativas asociadas al arte al Ministerio de Economía, sino que señalar que alguna de las justificaciones que se han dado para la reasignación propuesta, ponen en evidencia un paradigma inocente con respecto a los actores y procesos involucrados en la interacción entre ciencia, tecnología y economía.
La segunda razón de mi preocupación viene de los efectos que la estructura productiva de un país tiene en su desarrollo tecnológico. La idea del gobierno es “que todos los recursos que se destinan para la investigación en Chile tengan una planificación estatal mucho más vinculante al valor agregado que queremos incorporar a los sectores productivos” y crear “un modelo económico que se vincule con un valor agregado y que en el fondo unamos el mundo de la academia en Chile, el mundo de la investigación con el mundo de la empresa”.
El gobierno está preocupado por el bajo nivel de investigación y desarrollo que se realiza en el sector privado de Chile. Y con buena razón. La estructura productiva de Chile, sin embargo, es bastante primitiva, y está compuesta mayoritariamente de minería, pesca, productos forestales, comercio, aerolíneas comerciales y servicios financieros. Estos son sectores que desarrollan poca investigación y desarrollo en todo el mundo, y tratar de forzar un vínculo entre la academia chilena y estos sectores sería catastrófico para el naciente desarrollo científico de nuestro país. Para aumentar el desarrollo tecnológico del país Chile necesita de sectores que aún NO están presentes. De otra forma, ¿No le estaremos pidiendo peras al olmo?
Quizás, una mejor manera de estimular el desarrollo tecnológico sea crear incentivos y mecanismos que promuevan la diversificación industrial de los grandes grupos económicos chilenos, y que promueven la habilidad de estos de patrocinar actividades científicas y tecnológicas que NO están necesariamente vinculadas a los sectores tradicionales en las cuales estos se emplean. La posición de Chile en el espacio de productos es tan periférica que las oportunidades de saltar a productos vecinos son pocas, y no añaden mucho valor estratégico. Es por eso que el salto al desarrollo que Chile necesita debe tener ambiciones mayores que movimientos marginales en los sectores actuales.
La tercera razón de mi preocupación es que esta propuesta pone en evidencia un paradigma en el cual la ciencia se considera como un insumo intermedio en el proceso de generación de riqueza económica. La señal es que el gobierno piensa en la ciencia como un apéndice de la economía. Mi opinión, sin embargo, es que la relación es exactamente la opuesta. La prosperidad económica tiene sentido porque ayuda a liberar a las personas de restricciones mundanas. Una vez que estas son liberadas, las personas pueden explorar actividades más interesantes que el consumo de bienes. Por ejemplo, en el siglo XIX Gran Bretaña tuvo el lujo de tener a Darwin, Dickens, Maxwell, Faraday, Joule y Babbage, entre muchos otros.
¿Debería Darwin haber dejado de pensar en la selección natural para dedicarse al desarrollo y comercio de melones con pepas más pequeñas? ¿Debería Maxwell haber abandonado la creación de sus ecuaciones conectando la electricidad, la luz y el magnetismo, para dedicarse a crear una consultora que ayudara a optimizar los tiempos de los trenes de su época? Todos entendemos que al final del día hay que pagar las cuentas y poner comida sobre la mesa. Pero la riqueza, en sí misma, no es un objetivo, sino que un bien intermedio en un mundo donde la visión de desarrollo es más ambiciosa que calibrar la aguja del PIB. De otra forma, me es difícil entender por qué Steve Jobs trabajó hasta el último de sus días, sabiendo de su muerte inminente. La única forma de la que puedo entender esto es asumiendo que la realización de un trabajo creativo, como el diseño, arte y la ciencia, son un bien superior a todos los que se puedan comprar en el mercado. Son estas actividades, las que le dan sentido a la prosperidad.
El movimiento propuesto pretende trasladar a Conycit desde el Ministerio de Educación al Ministerio de Economía. La ciencia, sin embargo, es una actividad importante en sí misma. Considerarla como un apéndice del sistema educativo, o de la actividad económica, es incorrecto. La ciencia contribuye a la educación y a la economía, por lo que necesitamos crear instituciones en las que la educación y la economía, le devuelven el favor a la ciencia, y estén al servicio de esta.
Finalmente, me preocupa la visión con respecto a la naturaleza social del proceso de innovación tecnológico que está implícito en esta propuesta. ¿Son tecnología y actividad científica substitutos? ¿O complementos? ¿Puedo reducir una para aumentar la otra? ¿O necesito de mucha actividad científica y cultural para generar cada “unidad” de actividad tecnológica? Mi opinión y experiencia como académico es que la tecnología emerge al margen de una actividad académica y cultural, y no como un substituto o alternativa a esta.
En el MIT hay un gran desarrollo tecnológico, pero este existe en el margen de un gran desarrollo científico que involucra al MIT, Harvard, y a muchas universidades del “barrio” y del país. En Chile, hay académicos muy buenos, pero el número en cada área es pequeño, y el financiamiento, aunque ha ido mejorando, es modesto. En Chile la investigación representa menos del 0.4 % del PIB, en un mundo donde el promedio es 2 %. Sin ir más lejos, en Brasil la investigación es mayor a un 1 % del PIB, en China, casi 1.5 % y en Corea 3.4 %. Ciertamente, la estructura productiva de estos países es más sofisticada, y demanda de actividades intelectualmente más intensas.
El punto, sin embargo, es que en un mundo donde la actividad tecnológica requiere de una base académica considerable, una propuesta seria de desarrollo tecnológico no considera solo una reconfiguración institucional, sino que un compromiso fuerte a elevar el apoyo al desarrollo científico. Pensar que un arreglo institucional pueda cambiar esto por sí solo, contradice la naturaleza de la interacción entre ciencia, arte y tecnología que se manifiesta en otros lugares.
No creo que la idea del gobierno de mover al Conicyt al Ministerio de Economía sea con fines siniestros. Creo, de hecho, que el gobierno intenta esto con las mejores intenciones. Creo, sin embargo, que el gobierno está profundamente errado y que esta decisión pone en evidencia una falta de visión de desarrollo y una falta de entendimiento del rol de la ciencia en la sociedad. Más aún, da la señal política incorrecta, mostrando que en Chile la ciencia se considera un apéndice de otras actividades y que esta puede ser reorganizada de manera simple para mover indicadores de riqueza anticuados.
Ciertamente hay muchas cosas que desconozco en este tema. Quizás esta propuesta no corresponde a una decisión estratégica, sino que a una situación de política interna, o una lucha de poder, la cual desconozco. Desconozco también si es que esta propuesta fue conversada con un gran grupo de académicos antes de ser anunciada. Aunque sí hay evidencia que el gobierno no contestó las preguntas que les presentó Nature, una de las principales publicaciones académicas mundiales. Mi esperanza, sin embargo, es que este tropiezo ayude a generar una mejor conversación en un tema que rara vez toca la agenda pública en Chile. Mi esperanza es que este tropiezo ayude a genera soluciones que fomenten el desarrollo científico de Chile, y que estas incluyan a los académicos en las conversaciones.
El siglo pasado Chile ganó dos premios Nobel en literatura. Mi sueño es que Chile un día tenga la oportunidad de ganar tan notable premio en todas las ciencias. En este momento, Chile es famoso como un gran exportador de vino y piedras. ¿Sera muy ambicioso soñar en un futuro donde Chile también exporte descubrimientos, inventos e ideas? ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?


FUENTE: EL MOSTRADOR

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