domingo, 28 de febrero de 2016

La dramática historia de ex sindicalista Juan Bravo Burgos: sobrevivió a las torturas de la DINA y se transformó en galardonado escultor

28/02/2016 |
Por Francisco Castillo
Acaba de exponer sus obras en Providencia y Recoleta. Por su militancia socialista y pertenecer a una empresa estratégica, fue detenido el mismo 11 de septiembre de 1973. Fue tratado con extrema violencia. Cuenta aquí su historia, de dolor entre los fierros
Bronce, cobre, latón, fierro forjado, arena del desierto, ácido sulfúrico, soplete, martillos, yunque. Son los materiales y herramientas con las que el escultor-forjador Juan Bravo Burgos (75) ha inmortalizado en sus obras a la gente del norte. En especial a la de Antofagasta, la del cobre y del salitre.

Con apoyo gubernamental, el artista autodidacta expuso a principios de febrero en el centro cultural Montecarmelo de Providencia y hasta esta semana en el centro cultural de Recoleta.

El ministerio de Cultura anda tras sus pasos para un nuevo proyecto; ha recibido invitaciones para presentar sus esculturas en España y Argentina, pero las ha declinado. "Mi obra es para los chilenos", es su sorprendente explicación.

En lo que trajo a Santiago hay figuras pequeñas y otras de tamaño natural, representando a los "viejos" de la pampa y a los mineros, así como sus elementos de trabajo, incluyendo una réplica de locomotora de vapor. También pájaros, petroglifos y figuras religiosas.

Muchas personas le consultan cuánto valen las esculturas que exhibe. "No tienen precio; como esta exhibición es financiada con platas estatales por tratarse de una muestra cultural, no está permitido venderlas. Así mismo se lo dije a un señor que abrió su chequera, la puso en mis manos, y me dijo que yo pusiera el número; se la devolví, porque no están en venta", dice el escultor.

"Oiga don Juan, ¿y de qué vive, entonces?", le consultamos. "Postulo a fondos concursables y ahí me financio. Me alcanza para los materiales y con el resto vivo". "Pero parece que usted come poco; está muy delgado", le dice una distinguida visitante de la exposición, que escuchaba el diálogo. "No, como muy bien; gasto 10 mil pesos cada día y me alcanza de más", responde.

Sus comienzos

Juan Bravo Burgos es hijo y nieto de forjadores de fierro. Su abuelo, Rosendo Bravo, también fue fundador del Partido Socialista. Al igual que su padre, Roberto, abrazó de joven esos ideales.

"Cuando niño, vivíamos en el barrio Matadero, en Victoria esquina San Diego. A los 12 años, mi padre me enseñó el oficio de soldador. Pero fue mi abuelo el que me hizo escultor. Era un verdadero artista con el yunque, los fierros y la forja. Él era experto en realizar esculturas religiosas y medioevales. Eso fue lo primero que aprendí", dice a Cambio21.

Instaló un pequeño taller de soldadura en La Cisterna y en sus ratos libres empezó con las esculturas. Tenía 28 años cuando decidió irse a Antofagasta en busca de un destino mejor... Allí le cambió la vida.

En 1968 entró al mundo minero, como mecánico de montaje y técnico en soldadura. Con el sistema de trabajo 10/10 o 15/15 (diez días seguidos de trabajo, luego 10 días seguidos de descanso) aumentaron las posibilidades de perfeccionarse en la creación artística. "Leía mucho, me documentaba buscando imágenes del medioevo, realizaba mis croquis y a esculpir se ha dicho", recuerda.

Le iba bien, Allende gana la presidencia y lo llaman sus amigos desde Santiago y le ofrecen trabajo en Chilectra, por entonces empresa del estado. Sin pensarlo dos veces, volvió, y al poco tiempo su inclinación socialista y sus dotes oratorias lo llevaron a integrar el sindicato de la empresa. Él trabajaba en las dependencias técnicas chilectrinas en Barroso esquina Mapocho, barrio Brasil.

Perseguido político

Vino el Golpe y de amanecida llegaron los militares al estratégico lugar, desde donde se podía cortar la energía eléctrica que alimentaba la capital. "Y llegaron con unas listas, donde estábamos todos los dirigentes; nos hicieron prisioneros y nos preguntaban dónde estaban las armas. ¿Qué armas? Si no había armas".

Bravo guarda silencio. Tose. Le ofrecemos agua, pero la rechaza. Continúa el relato: "Los interrogatorios eran muy duros. Siempre preguntaban lo mismo, por las armas. Con la cabeza cubierta con sacos, nos llevaban de un lugar a otro, de Carrión a Borgoño, a la Novena, al Estadio Chile. Nos pegaban, torturaban, interrogaban. Siempre lo mismo, las armas, ¿qué armas? Si no había armas...".

El escultor-forjador-ex dirigente sindical tose continuamente al relatar estos hechos. "¿Está enfermo, se siente mal?". "No, es el aire enrarecido de Santiago, el smog; en Antofagasta el aire es limpio", explica.

Cuando finalmente lo liberan -no recuerda cuántos meses estuvo en calidad de preso político-, lo acoge la Vicaría de la Solidaridad y le ofrecen irse a Australia, amparado por ese país. Pero no quiso.

"Eso de irme de Chile no era para mí. Igual los militares allanaron mi casa -en calle Francia, comuna de Independencia, donde estaban su esposa y tres hijos- buscando armas, como decían. Decidí en 1975 regresar a Antofagasta; allí me dediqué a la artesanía en fierro, porque nadie me daba trabajo por mis antecedentes de preso político. La Iglesia Católica antofagastina me ayudó mucho".

Y así anduvo, a tres cuartos y un repique, "hasta que llegó la alegría", dice, refiriéndose al triunfo en el plebiscito y la elección de Patricio Aylwin.

Daño sicológico

En esta parte del relato, los recuerdos parecen caer como un torbellino y por momentos se quiebra."¿Sabe? En esos años tuve que recibir ayuda sicológica y siquiátrica, porque fue tanto el daño que sufrí que se me echó a perder la cabeza; yo veía un uniforme militar y me daban ganas de tomar revancha; apenas me podía controlar. Por eso me tuvieron que ayudar".

En su trabajo artístico logró encontrar el equilibrio. Y recibió apoyo solidario. Len corresponsal en Antofagasta del diario La Nación, Francisco Andreu, organizó para Bravo y otros artistas locales una exposición abierta al público a principios de los años 90. Fue todo un éxito.

Bravo montó luego su primera exhibición individual en 1992 y allí continuó, sin parar, tanto en el norte como en otras ciudades. La ciudad de Antofagasta lo contrata para dos obras que visten a la Perla del Norte. La más importante, un monumento al obispo Luis Silva Lezaeta, ubicado en la Plaza Colón, frente a la catedral, una pieza, de 350 kilos de peso y 1,9 metros de altura (4 metros considerando la base).

Fue hecha empleando la antigua técnica del "chapeteado, claveteado y repujado", que en la práctica significa dar forma al metal mediante golpes y presión, para lo cual previamente es necesario calentarlo.

También realizó un hermoso trabajo con tres versos de Andrés Sabella. Cada una de las letras fue esculpida en metal por Bravo e instaladas en el paseo peatonal Arturo Prat.

Se animó después a cambiar su temática. Del medioevo pasó a los mineros del cobre, a los pampinos del salitre, a los aymaras, diaguitas, flora y fauna del desierto con los que ganó proyectos Fondart del 2001 al 2007; con más de 100 esculturas a su haber, el 2013 es declarado "mega escultor" de la II región.

En este caluroso febrero santiaguino, exhibió sus fierros convertidos en arte, pero no logra olvidar y, posiblemente, tampoco perdonar.



FUENTE: CAMBIO 21

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