domingo, 8 de diciembre de 2013

Entramos al recinto de Tiltil donde fue asesinado Daniel Ballesteros (17 años)

Las fotos inéditas que grafican la descarnada violencia del centro “modelo” del SENAME

 
celdas2_portada No fue el crimen de un joven de 17 años el que firmó la defunción del sistema de gestión privada del más moderno centro de reclusión del SENAME. A solo un año de su puesta en marcha, días antes de que Daniel Ballesteros recibiera 17 estocadas en la riña por un celular, se decidió el fin de la reinserción en manos de externos. Y es que el modelo en manos privadas o del Estado no ha podido siquiera aminorar el régimen de terror que imponen los internos más violentos. La reinserción de los más de mil jóvenes que han delinquido y deben cumplir condena en recintos como el de Tiltil, sigue sin solución.
A 64 kilómetros de Santiago, justo al lado del Penal de Punta Peuco, separado sólo por un muro de los principales violadores de derechos humanos de la dictadura, se encuentra el centro de reclusión cerrada más moderno del SENAME: el Centro Metropolitano Norte de Tiltil. Allí residen hoy 88 jóvenes cuyos prontuarios hablan de su historial de abandono y violencia. Pero hasta hace sólo días eran 93. Daniel Ballesteros es uno de los cinco jóvenes que faltan. Y ya no regresará más. Fue asesinado a sus 17 años por sus propios compañeros de reclusión al interior del recinto. Por esa razón, otros cuatro jóvenes, a los que se investiga como autores de su muerte, fueron derivados a otros centros del SENAME. Pero hay una sexta persona que ya no está, aún cuando su huella está viva en las conversaciones de los internos. Es Juan Carlos Bustos (50 años), quien fuera su director hasta el jueves 28 de noviembre.
Juan Carlos Bustos con un grupo de jóvenes del Centro del Sename en La Cisterna.
Bustos fue despedido cinco días después del asesinato de Daniel Ballesteros. La muerte de uno de sus “regalones” puso fin a 19 años de una carrera funcionaria impecable. Una hoja de vida de la que todos hablan y alaban. Su tarea no era fácil. Sólo en Tiltil tenía a su cargo a 31 adolescentes condenados por robo con violencia y a otros 17 cumpliendo penas por homicidio. Entre estos últimos, algunos tienen a su haber hasta seis homicidios (ver historial de los jóvenes recluidos en Tiltil).
Daniel Ballesteros, en cambio, era un primerizo en la cancha delictual. Le dieron tres años por un robo con intimidación y en enero, es decir dentro de pocos días, optaría a la libertad condicional y podría volver a su casa en la comuna de Pudahuel, donde lo esperaba ansiosa su madre. Bustos pensaba que lo más seguro es que la obtendría, porque Daniel Ballesteros no sólo era cariñoso y alegre: tenía excelente conducta.
-Era mi regalón… Siempre que llegaba a la “Casa 2”, en la que vivía Daniel, enseguida se me acercaba y me decía: “Director, hagamos un gallito, si yo gano usted me da la libertad”. Nunca me ganó… -cuenta Juan Carlos Bustos, a quien se le llenan lo ojos de lágrimas y debe hacer una larga pausa antes de poder seguir hablando.
Hace solo cinco días –el jueves 28 de noviembre-, Bustos fue llamado por la encargada de personal del SENAME, quien le comunicó que por decisión superior a partir de ese momento se le ponía punto final a su contrato. Lo que Bustos no cuenta es que sus 19 años de trabajo en el SENAME se acaban y sin derecho a indemnización. Se va sin un peso. En estos días, además de refugiarse junto a su mujer e hijos, Juan Carlos ha revisado una y otra vez sus años en el SENAME. Intenta comprender qué hizo tan mal para que sus 19  años de trabajo con excelentes calificaciones terminen así.
En Pudahuel, en su modesta casa, la madre de Daniel Ballesteros busca también comprender. Eliana Pérez todavía no quiere creer que su hijo ya no volverá. Recuerda que tenía plena confianza en Juan Carlos Bustos, al que siempre le decía “¡cuídemelo!”, cuando cada quince días, con gran esfuerzo, se desplazaba hasta Tiltil para visitarlo. No puede entender que ya no escuchará la voz de Daniel, al que llamaba por teléfono cada día. Todo eso terminó al estallar una disputa por un celular que derivó en inaudita violencia.
-Cuando llegó la camioneta hasta mi casa y divisé al director Juan Carlos Bustos, creí que me habían traído de sorpresa a mi hijo… Y no, me venían a avisar de su muerte… Me ha dado mucha pena que lo hayan despedido. Lo llamé para disculparme por el trato que le di cuando me comunicó la noticia… Mi hijo lo quería -dice Eliana Pérez.
Bustos lo sabe. También está al tanto de que el motivo de la riña que culminó con la muerte de Daniel fue un celular, la mercancía que más se trafica en esos recintos de reclusión. El ex director de Tiltil conoce como nadie los secretos de los miedos que copan la vida de esos jóvenes y donde se origina la violencia que los invade en cada recodo. En su juventud quiso ser sacerdote y fue durante tres años seminarista. Cuando supo que ése no era su camino, estudió teatro y fue allí donde descubrió su vocación social al empezar a dar clases de teatro a jóvenes en riesgo social en La Legua. Fue en esa población donde lo reclutaron para trabajar en el SENAME. Corría el año 1994, un año que no olvida ya que a los pocos días de iniciarse en su nuevo trabajo le tocó enterrar a tres jóvenes.
-Yo llegué en 1994 a trabajar a un centro de reclusión del SENAME en San Bernardo. Mi aterrizaje fue turbulento. En los primeros días, unos jóvenes del centro encendieron unos colchones a modo de protesta y terminaron muriendo tres de ellos… En estos 19 años me ha tocado enterrar a unos siete adolescentes, pero Daniel (Ballesteros) es el primero que se muere en un centro donde yo era el encargado. Sí, estuve varias veces por dar un paso al lado. Muchas veces llegaba a casa y hablaba con mi señora, con mis hijos (los dos universitarios, cursando carreras para seguir los pasos de su padre en el servicio público) y les decía que estaba con ganas de dar un paso al lado, que las cosas así como estaban no iban bien. Pero no lo hice, porque quería sacar adelante un proyecto que, a pesar de que yo sabía que tenía un montón de cuestionamientos, igual se había echado a andar. Mire, al final, los que terminan pagando son los jóvenes privados de libertad.  Y eso es lo que te motiva a seguir, para que las cosas funcionen. Era el primero en llegar al centro y el último en retirarme…

CENTRO DE RECLUSION MODELO

La puesta en marcha del Centro Metropolitano Tiltil del SENAME se inició hace exactamente un año, en noviembre de 2012. Pero el diseño del que sería el centro “modelo” de la entidad se gestionó mucho antes, durante la administración del gobierno anterior y continuó bajo la supervisión de la actual ministra Patricia Pérez, cuando ella era subsecretaria de Justicia.
Celdas-habitaciones individuales con baño privado.
Las reuniones se sucedieron cada quince días y en ellas participaron la subsecretaria, el director del SENAME, seremis, abogados del ministerio, directores de centros y otros profesionales para debatir las dificultades que implicaba, por primera vez, dejar en manos de privados, a través de una licitación, la responsabilidad de la intervención de los menores del centro: el proceso de reinserción a cargo de terapeutas, sicólogos, educadores y asistentes sociales, todos los cuales asumen el trato directo y cotidiano con los jóvenes infractores y que debieran ser altamente calificados. Un punto sobre el que ya no había vuelta atrás.
-Al final, así se hizo. A pesar de los reclamos de los funcionarios del SENAME, cuestionamientos que yo también compartía. Pero nosotros sabíamos que poco y nada había que hacer frente a esa decisión política. Lo que quedaba era tomarlo como un desafío y poner una vez más lo mejor de nosotros –reflexiona Bustos.
Finalmente, la licitación determinó que la Corporación de Educación, Rehabilitación y Capacitación (CERCAP) tomara el control del nuevo centro de Tiltil con aproximadamente 70 profesionales que asumieron el área de intervención directa de los menores. Otros privados se instalaron con talleres de oficios y una escuela, los que pronto se transformaron en un centro de atracción para los jóvenes. De los 91 internos que registraba el centro en octubre pasado, 87 estaban matriculados en la escuela con una asistencia promedio de 52 %. “Si bien no tenemos a todos los jóvenes matriculados, estamos muy contentos con los resultados de los que asisten a clases ya que incluso hay jóvenes que rendirán la PSU”, comentó a CIPER, María José Vicencio, directora de la escuela.
Los talleres de oficios -licitados por el Centro de Formación Técnica La Araucana- también tuvieron óptimos resultados. Así, 81 jóvenes que cumplían condena en el centro de Tiltil pudieron capacitarse de lunes a viernes en cursos de Electricidad, Construcción, Soporte de Redes, Gastronomía y Técnicas Aplicadas de Artesanía. Los trabajos alcanzaron pronto un buen nivel de calidad, por lo que comenzaron a recibir pedidos del exterior.
-Los trabajos son pagados. Por ejemplo, toda la señalética del interior de la Clínica Alemana se hizo aquí. Y hay más: la escuela y los talleres se convirtieron en un lugar seguro donde los jóvenes internos se sienten lejos de los miedos que los envuelven en las casas residencia –cuenta Paula, una de las encargadas de talleres del centro.
Los miedos a los que se refiere Paula, y que impregnaban las casas residencia de Tiltil, fueron instalándose sin contrapeso, mostrando que algo importante fallaba en el área clave y la más compleja para la reinserción de estos jóvenes: la de intervención. Allí los problemas comenzaron de inmediato. Los testimonios recogidos por CIPER indican que, en gran medida, los problemas se originaron por la falta de experiencia de algunos de los asistentes sociales, educadores (diurnos y nocturnos) o sicólogos que debían tratar con alrededor de cien chicos con un historial difícil.
Los problemas y los estallidos de violencia se fueron acumulando y quedaron registrados en los informes diarios que recibía la dirección del SENAME. Hasta que el 11 de noviembre, doce días antes de que Daniel Ballesteros fuera asesinado, fue el propio director nacional, Rolando Melo, quien les comunicó a los principales directores de centros que la situación en Tiltil ya no tenía sustento por lo que se procedería a terminar el contrato con todos los operadores externos. Uno de los problemas álgidos que influyó en la decisión fue el hallazgo reiterado de estoques y otras armas hechizas que los jóvenes usaban en sus riñas e incluso para amenazar a un asistente social que trabajaba en Tiltil. El ex director Juan Carlos Bustos supo muy bien lo que estaba ocurriendo.
CIPER conversó a solas con varios de los jóvenes internos.
-Recuerdo que una vez incautamos unos estoques y de inmediato les dije a los encargados de las casas: ¿cómo ustedes no se han dado cuenta que se están fabricando esas armas? ¿Cómo no vieron desaparecer las patas de sillas y marcos de metal de las puertas? Es que el ingenio allá dentro es algo increíble: ¡cómo se las ingenian para hacer sus estoques! Hay internos que son verdaderos herreros y terminan haciendo armas punzantes de cualquier pedazo de metal. Lo más sofisticado que encontramos fue una cuchilla de una maquina de cortar pelo, la que fue soldada con plástico a un palo para usarla como una cortadora de metal –cuenta Juan Carlos Bustos.
La situación de Bustos era delicada. Si bien era el director de Tiltil, no tenía la facultad de ordenar nada a los aproximadamente 70 profesionales que trabajaban en intervención directa con los menores del centro. Para eso tenía un interlocutor: el director técnico nombrado por CERCAP.
Como ese modelo de reinserción en manos de privados no funcionó, el 11 de noviembre se decidió ponerle fin al contrato con CERCAP. Un convenio que se firmó en marzo de 2012, por un monto de $5.984.130.000 y que incluyó la tarea de reinserción para 200 plazas (de jóvenes infractores) durante cinco años.  Al día siguiente de la notificación que hizo Rolando Melo del fin de la intervención y control de centros por entes privados, el 12 de noviembre el SENAME llamó a concurso para proveer 49 vacantes de distintos profesionales para desempeñarse en el centro de Tiltil. Así, la entidad estatal cerró un capítulo que sólo alcanzó a tener un año de vida.

VIVIR Y MORIR EN TILTIL

Al interior del centro “modelo”, que ya no es tal, residen más de 80 jóvenes de los 527 privados de libertad que cumplían sus condenas en centros cerrados del SENAME al 1 de diciembre (otros 547 jóvenes la cumplen en centros semicerrados, a los cuales van sólo a dormir). El perímetro exterior es similar al de cualquier cárcel, con rejas y gendarmes que vigilan y controlan la entrada y salida de los visitantes. Pero al traspasar el ingreso, los gendarmes desaparecen y se abren espacios que en nada se asemejan a las cárceles que conocemos. Pasamos por los modernos e impecables talleres, las habitaciones individuales con baño, la cancha de fútbol, la escuela, la gran piscina (ver galería de fotos). Por su infraestructura y habilitaciones, la única semejanza con otra cárcel es con Punta Peuco, su vecina. La diferencia es que aquí hay jóvenes muy vulnerables que han delinquido y a quienes se debe rehabilitar; al lado, los presos son adultos condenados por torturas reiteradas, entierros clandestinos y varios homicidios en su mayoría.
La conversación con los jóvenes internos en el centro de Tiltil fue a solas, sin la presencia de ninguno de los directores o trabajadores del centro. Lo primero que impresiona es cómo pesa en ellos la incertidumbre sobre lo que viene. La salida del director Juan Carlos Bustos es para todos el inicio de cambios que violentan sus rutinas a un extremo que desconocen. Todos lamentan la salida de Bustos. No se refieren a él con palabras cómplices. Se palpa respeto y se repite una palabra: “El único que nos escuchaba y nos venía a ver”.
Mientras los escuchaba relatar sus historias personales, incluso por qué delitos estaban cumpliendo condenas, fue imposible no pensar en las fotos que sólo horas antes había descubierto en los facebook de ellos mismos y que dan cuenta del complejo clima que se vive allí dentro. Las siguientes fotos pueden parecer chocantes para algunos de nuestros lectores, pero creemos importante mostrarlas (tapando el rostro de los chicos para que no sean reconocidos), porque explican en parte los códigos que se manejan al interior del centro de Tiltil y la falla –o error- en los planes de reinserción aplicados por los organismos externos a los que se les entregó la intervención de los jóvenes internos en Tiltil.
 
FOTO 1: Fue tomada al interior de una de las celda-habitación de uno de los jóvenes. Atrás, se distingue a tres adolescentes, dos portan grandes estoques de metal con punta y filo. Los portadores de esas “armas” son llamados perros o soldados al servicio de un vivo (líder), rol que cumple el joven que se encuentra al medio de la foto, montado sobre otro interno a quien le mantiene su rostro aprisionado con una toalla y que recibe el nombre de perkins, mientras el vivo hace un gesto con el dedo mayor de su mano derecha. Los perkins suelen ser los jóvenes más vulnerables, de los cuales el vivo y los soldados terminan abusando incluso sexualmente. El vivo, por lo general, nunca aparece como conflictivo delante de los educadores o  interventores, suelen presentar una conducta excelente al punto que, en algunas ocasiones, cuando el interventor tiene poca experiencia, puede llegar a ponerlo como ejemplo ante los otros internos. Es exactamente lo que ocurre con el vivo de la foto: su excelente conducta le valió el beneficio de la salida para continuar sus estudios fuera del centro. Un buen día decidió no regresar y a los pocos días volvió a caer preso por un robo. Hoy está detenido en una cárcel de adultos ya que es mayor de edad.
 
FOTO 2: También está tomada al interior de una celda-habitación en donde uno de los internos, que hace la función de soldado o perro, porta y enseña de modo amenazante los estoques con los que debe defender al vivo. El código interno indica que el vivo les ordena que sean ellos los que guarden los estoques en sus propias celdas para quedar libres de toda sanción en caso de allanamiento. Los estoques les dan un “estatus” incluso a los llamados perkins, por lo que es común que éstos aprovechen la ocasión para sacarse fotos y así poder enseñarlas a internos de otras casas del mismo centro.
 
FOTO 3: Este joven era uno de los vivos de Tiltil (fue trasladado). Se fotografió en su celda-habitación con 19 laptop que poco antes había robado junto a otros internos del centro. Uno de sus soldados fue ayudado a escalar por una de las paredes externas de la biblioteca y se introdujo al recinto por un pequeño espacio abierto a modo de ventilación de no más de 30 centímetros de ancho, por donde sacó los laptop. La operación se hizo durante la noche de un sábado. Al día siguiente fueron sacados todos los computadores por las visitas sin que los gendarmes a cargo de la seguridad del recinto detectaran ni uno de ellos. Según los propios internos, este joven era muy temido en Tiltil por su personalidad agresiva y permanente maltrato con sus compañeros. Lo increíble es que él mismo subió esta foto a su facebook.
FOTO 4: La foto también fue tomada al interior de una celda-habitación, en la que se distingue a un joven que enseña billetes por un monto de $300 mil, según relató otro de los internos. El manejo de dinero al interior es otro de los instrumentos para obtener poder. “Con dinero puedes comprar seguridad si eres perro, o encargar cigarrillos, bebidas, ropa, todas cosas que puedes intercambiar a cambio de protección”, contó a CIPER uno de los internos de Tiltil.
 
FUENTE: CIPERCHILE

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