Análisis Político
Súbditos versus Republicanos
Juan Pablo Cárdenas S
Ha llegado la hora de hacer frente a la farsa
electoral y sólo concentrarse en la posibilidad de convocar al país a
la lucha frontal por una Asamblea Constituyente. De esta forma, las
opciones están radicadas entre quienes quieran permanecer como súbditos
del régimen heredado por la Dictadura versus los ciudadanos conscientes
y libres que manifiesten desdén por el orden actual y se propongan,
como en los grandes capítulos de nuestra historia republicana, construir
cambio democrático en las calles y con sus propias organizaciones.
Después de 23 años, parece muy improbable que la Constitución
Política del país y el sistema electoral puedan ser sustituidos o
reformados drásticamente a fin de consolidar una institucionalidad
genuinamente democrática. Más allá de algunas intenciones, lo cierto es
que los sucesivos gobiernos y parlamentos no han provocado avance
alguno en este sentido, salvo algunos retoques concordados por los
partidos políticos que más bien han venido a sacralizar el régimen
autoritario y excluyente impuesto por la Dictadura Militar. Tampoco en
nuestras relaciones económicas y laborales se aprecian reformas
sustantivas, como que después de tanto tiempo continuemos asignados como
uno de los países más desiguales de la Tierra y con niveles de
sindicalización que acaso superan el 10 por ciento de nuestra fuerza
laboral.
De esta manera, las Fuerzas Armadas en los hechos siguen consolidadas
como un gran poder fáctico dotado de ingentes recursos y favorecidos
con una cantidad de privilegios inconcebibles en cualquier sistema que
se repute republicano. A vista y paciencia de los habitantes de Viña
del Mar y las cámaras de una turista, las manifestación xenofóbica de
un contingente de la Armada es una expresión de lo despreciables que
resultan para nuestras instituciones castrenses los objetivos de paz e
integración con nuestros países vecinos. Asimismo, se asume hasta por
los propios políticos el descarado tráfico de influencias influencia que
ejercen algunos grupos empresariales en la discusión de las leyes y el
financiamiento de las contiendas electorales, lo que ha tenido como
resultado la imposibilidad de aprobar una reforma tributaria que
efectivamente acorte la brecha de la inequidad social y obligue a las
grandes transnacionales afincadas, especialmente, en la minería a pagar
un royalty decente por vaciar nuestros yacimientos.
Para colmo, el país vive atónito con los sucesos de corrupción que
afectan la credibilidad de nuestros gobernantes y legisladores y que
tiene como capítulo más reciente la escandalosa decisión del titular del
Servicio de Impuestos de condonar las deudas tributarias de un poderoso
consorcio privado, mientras que a los contribuyentes comunes y
corrientes se les descarga “todo el peso de la Ley” a la hora de evadir o
eludir sus compromisos con el fisco.
De esta forma es que una vez más el país es convocador a las urnas
para integrar las cámaras legislativas y darse un nuevo gobierno en que
lo más probable es que el duopolio que controla la política mantenga su
poder en el Parlamento, cuanto reponga o consolide en La Moneda a
quienes ya tuvieron la oportunidad de cambiar las cosas y cumplir con la
promesa democrática que sigue demandando el pueblo en las calles, en
las redes sociales y hasta en los Tribunales de Justicia. Único poder
del estado que ha enfrentado cambios de actitud de sus magistrados, pese
a la existencia vergonzante de una Ley Antiterrorista cuya aplicación
es desestimada por los propios tribunales por oponerse al debido proceso
y contemplar sanciones completamente absurdas para el derecho
internacional y el sentido común. Al respecto, cómo no destacar los
reiterados reveses de las autoridades frente a sus bullados montajes
jurídico policiales que resultan con la absolución total de los
imputados.
Una vez más, lo previsible es que retengan sus curules parlamentarios
los mismos que se han cebado allí con una millonaria dieta y colaborar
muy excepcionalmente a ciertas reformas. Diputados y senadores que ya ni
sus partidos tienen el poder de reemplazarlos, pese a que varios de
éstos de han “repetido el plato” por más de dos o tres períodos y otros
han superado los 70 o los 80 años de edad. Aunque ahora realicen
algunas elecciones primarias, no escapa a la conciencia ciudadana que
estos procesos resultan una completa impostura y son completamente
manipulados con el caciquismo local, la propaganda millonaria y el
arreglo cupular a la hora de confeccionar las listas. El recambio de
unos por otros radica más bien en el retiro voluntario o el
fallecimiento de algunos de estos personajes, no sin antes asegurarse su
reemplazo por un hijo u otro pariente o por algún miembro de la cúpula
política que quiera emigrar de un poder del estado a otro, o se haya
jubilado en una embajada u organismo internacional. En este sentido, es
común observar cómo los elefantes de la farándula política buscan morir
al Senado de la República, cuando no prefieren alguna legación
diplomática que les permita recibir un buen estipendio sin trabajar
demasiado.
La promesa electoral de los nuevos candidatos al Parlamento es que –
ahora si – se podría alcanzar una mayoría legislativa que permitiera
terminar con el sistema binominal e, incluso, conformar una Asamblea
Constituyente o algo similar que nos conduzca a una nueva Carta
Fundamental. Una completa falacia, por supuesto, desmentida por más de
cinco elecciones y por las mismas normas del sistema. Cuyas trampas
radican, como sabemos, en la imposibilidad de alcanzar los quorum
necesarios para cambiar la Ley y acabar con las exclusiones precisamente
concebidas por quienes nos heredaron este sistema acotado. Lo que
explica, entre otras cosas, que buena parte de los llamados “hijos de
Pinochet” sigan posicionados en los principales cargos del gabinete
presidencial , como que los que negociaron con ellos la posdictadura se
hayan convertido en senadores y diputados vitalicios, aunque avalados
por consultas electorales espurias y que en los últimos años no concitan
la participación mayoritaria de los ciudadanos. Tanto así, que los
alcaldes y concejales acaban de ser ratificados en sus cargos con más de
un 60 por ciento de abstención.
Lo increíble es que desde la autodenominada izquierda, en especial de
los sectores extraparlamentarios, haya quienes postulen ingenuamente la
posibilidad de resultar elegidos bajo el estricto imperio del sistema
binominal. Que realicen, también, toda suerte de conciliábulos, para
reunir firmas, estructurar listas y consolidar cuoteos todavía más
insensatos que los que ostentan los actuales cargos, manejan las
millonarias cajas electorales y controlan los grandes medios de
comunicación tan adictos al régimen que se ha dado en llamar de
“democracia protegida”… justamente para que nadie ose alterar los
índices de la macropolítica y la macroeconomía.
Más bien, pareciera que ya ha llegado la hora de hacer frente a la
farsa electoral y manifestar consecuencia con todo lo que se ha
planteado absteniéndose de participar en las elecciones parlamentarias.
Para sólo concentrarse en la posibilidad de convocar al país a la lucha
frontal por una Asamblea Constituyente. Declarando, desde ya y con
resolución, la ilegitimidad de quienes vuelvan a ser elegidos bajo un
sistema que se reitera rígido e inexpugnable, que sólo parece posible
de desbaratar por la movilización social.
De esta forma, las opciones están radicadas entre quienes quieran
permanecer como súbditos del régimen heredado por la Dictadura y
sacralizado por sus sucesores en el Gobierno y el Parlamento, versus los
ciudadanos conscientes y libres que manifiesten desdén por el orden
actual y se propongan, como en los grandes capítulos de nuestra historia
republicana, construir cambio democrático en las calles y sus propias
organizaciones. Una vez que nuestra institucionalidad y sistema de
partidos se han demostrado anquilosados y corruptos.
FUENTE: RADIO U. DE CHILE
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