A tres años del terremoto y maremoto: Las “causas raíz” de los desastres
Publicado: 05.02.2013
Los
grandes cataclismos capturan nuestras fantasías y temores al dejar en
evidencia lo vulnerables que somos. Pero hay cientos de pequeñas
amenazas cotidianas con las que nos hemos acostumbrado a vivir, que
provocan más muertos y más daño que las mega-tragedias naturales
explotadas por el cine y la TV. En esta interesante columna, Vicente
Sandoval, candidato a doctor en Planificación del Desarrollo, muestra
además, que en la raíz de los desastres -grandes y cotidianos- no hay
sólo fuerzas naturales incontrolables frente a las cuales somos
impotentes, sino políticas públicas que se hacen o se dejan de hacer,
que asisten a los ciudadanos o los dejan desprotegidos. Así lo muestra
la ciudad de Chaité, evacuada por la erupción de un volcán; y los
muertos por problemas cardiovasculares en Temuco.
Pese a la proclamada idea de que los desastres son una oportunidad para construir mejor que antes y así superar la vulnerabilidad y el riesgo con el que se vivía, son pocos los casos y pocas las personas que consiguen al menos recuperar las condiciones de vida preexistentes
Pese a su mala reputación, las amenazas naturales, como los
terremotos, maremotos o erupciones volcánicas, no son el mayor peligro
para la humanidad. La gran parte de la población mundial se ve amenazada
por procesos inherentes a la vida humana que a menudo pasan
desapercibidos: la contaminación gradual del aire y el agua (el smog),
conflictos político-territoriales y bélicos (guerras, conflictos
raciales o étnicos; por ejemplo, el conflicto Mapuche en Chile),
inseguridad alimentaria, o la cada vez más rápida propagación de
enfermedades infecciosas.
La forma como se presentan las estadísticas sobre desastres tampoco
ayuda a ver lo substancial. Éstas tienden a centrarse en las muertes y
en los costos económicos, ignorando casi por completo a aquellos que no
murieron y que deben continuar con sus vidas y trabajos, teniendo muchas
veces que convivir con las mismas amenazas previas, y casi siempre con
una vulnerabilidad mayor a la que tenían antes del desastre. Pese a la
proclamada idea de que los desastres son en realidad una oportunidad
para construir mejor que antes, Build Back Better (Principles of ‘building back better),
y así superar la vulnerabilidad y el riesgo con el que se vivía, son
pocos los casos y pocas las personas que consiguen al menos recuperar
las condiciones de vida preexistentes.
Aunque las vidas perdidas en conflictos violentos, hambrunas o por
enfermedades asociadas a un estilo de vida poco saludable son mayores a
las vidas perdidas en los desastres, la división entre las personas que
viven en riesgo de desastre y aquellos que conviven con los peligros
inherentes a la vida humana ha sido identificada por algunos pensadores
como artificial y forzada (Wisner, B., Blaikie, P., Cannon, T. and
Davis, I. (2004) At risk : natural hazards, people’s vulnerability, and disasters, 2nd
ed., London ; New York: Routledge). Esta situación nos fuerza a
repensar las causas y desencadenantes de los desastres, así como
re-analizar de manera crítica el rol que cumplen los gobiernos y el
Estado en la producción y reproducción de la vulnerabilidad, en la
perpetuación de los factores de riesgo y la negligencia con que las
autoridades actúan frente al origen de las amenazas no sólo naturales
sino también sociales y económicas.
La gente que vive bajo el constante peligro de las enfermedades
cardiovasculares a consecuencia de la mala calidad del aire, así como
también de la contaminación del agua, la violencia y delincuencia o el
hambre, podría cambiar sus condiciones de vida y verse menos vulnerables
ante cualquier amenaza (no sólo naturales) si los factores sociales,
económicos y políticos cambiaran.
En un reciente estudio etnográfico, la antropóloga Maria Elisa Sáez registró a uno de los afectados de la reciente erupción volcánica de Chaitén en 2008 que decía: “El verdadero riesgo no es el volcán, son las autoridades”
Para entender esto más claramente imagine que sus hijos padecen
enfermedades respiratorias todos los inviernos, y usted asume que es
consecuencia de un virus o de la genética de sus hijos. Sin embargo, la
verdad es que ellos podrían tener una vida mejor, menos vulnerable, si
los gobiernos realizaran políticas ambientales pro medio ambiente
efectivas. En otras palabras, el problema no es el virus, no solamente.
El problema es la falta de preocupación de las autoridades y de la
sociedad civil en general.
Otro ejemplo se puede apreciar en el importante aumento de la
mortalidad entre infantes y ancianos en la ciudad de Temuco en los
últimos 10 años como consecuencia de las enfermedades cardiovasculares.
Estas enfermedades se atribuyen usualmente a las condiciones médicas y
de salud de la población, pero también se puede explicar debido a los
altos niveles de contaminación del aire producto del uso de leña como
principal fuente de calefacción durante casi todo el año, algo que ha
sido prohibido en Santiago hace casi más de 20 años. En Temuco no se
puede simplemente detener el uso de leña sin hablar de políticas de
subsidio u otros mecanismos que permitan el uso de otros combustibles
menos riesgosos para la población, los cuales siempre resultan más
caros. Así, si las condiciones económicas, sociales y políticas
cambiaran en Temuco, en La Araucanía y probablemente también en Chile,
su población podría mejorar su condición de riesgo y vulnerabilidad.
Esto mismo aplica para aquellas personas que viven bajo el riesgo de
desastres. Vivir ante el riesgo de que un evento natural extremo tenga
la capacidad de destruir nuestro entorno construido y nuestros bienes, y
también la vida, significa que estamos expuestos y que somos
vulnerables. Cómo se crea la exposición al daño y por qué somos
vulnerables, son preguntas que nos llevan nuevamente a los factores
sociales, económicos y políticos.
Pese a que las amenazas naturales parecen estar directamente
vinculadas a la destrucción del entorno físico o a la pérdida de vidas,
son factores sociales, económicos y políticos los que determinan la
vulnerabilidad en la cual la gente se encuentra, así mismo, éstos
factores pueden remontarse a procesos generales o circunstancias
alejadas en el tiempo y el espacio, a lo que en esta parte nos
referiremos como las “causas raíz” de los desastres.
En un reciente estudio etnográfico, la antropóloga Maria Elisa Sáez
registró a uno de los afectados de la reciente erupción volcánica de
Chaitén en 2008 que decía: “El verdadero riesgo no es el volcán, son las
autoridades”. Él entrevistado se refería, tal vez inconscientemente, a
la profunda falta de atención de las autoridades regionales y nacionales
hacía la comunidad de Chaitén. Si bien no hubo víctimas mortales por la
erupción del volcán, pocos asegurarían que las actuales condiciones de
vida de la comunidad de Chaitén son, al menos, las mismas que existían
antes de la erupción. Asimismo, los niveles de vulnerabilidad y riesgo
de desastre no se han reducido, por el contrario, han aumentado.
La gente en Chaitén se ha empobrecido y tienen más deudas, mientras
que las condiciones de conectividad, acceso a educación, salud y
seguridad siguen siendo las mismas que hace 5 años, o incluso, han
empeorado. Por otro lado, la amenaza de una erupción volcánica sigue
ahí, latente. Pese a que el gobierno finalmente accedió a re-invertir en
infraestructura luego de que declarara que no habría más inversión de ningún tipo,
la verdad es que la reconstrucción de Chaitén tiene que ver más con
“restaurar” las condiciones previas al desastre, y por ende, restaurar
el estado de riesgo previo, y sin embargo, poco o nada se ha hecho para
reducir los altos niveles de vulnerabilidad, por revisar las causas raíz
del desastre.
Imagine que sus hijos padecen enfermedades respiratorias todos los inviernos, y usted asume que es consecuencia de un virus o la genética de sus hijos. Sin embargo, la verdad es que ellos podrían tener una vida mejor, menos vulnerable, si los gobiernos realizaran políticas ambientales pro medio ambiente efectivas. En otras palabras, el problema no es el virus, no solamente. El problema es la falta de preocupación de las autoridades y de la sociedad civil en general
Para Chaitén la amenaza está ahí, es el volcán, pero la
vulnerabilidad, que en relación con la amenaza constituyen el riesgo, se
acelera, expande y profundiza en la ciudad y su gente. Ésta
vulnerabilidad es local, se puede percibir en la calidad de las
infraestructuras, o en la falta de ellas, en la pobreza de la gente, en
la ubicación espacial de la gente en relación a la amenaza. Sin embargo,
las causas raíz de esa vulnerabilidad no son locales, son contextuales,
pertenecen o derivan de situaciones y procesos socio-económicos y
políticos que, a su vez, son procesos que se anidan a escalas
superiores, geográficas, como son nacionales, regionales o globales.
La falta de atención de las autoridades nacionales sobre asuntos
remotos y alejados no es fortuita, deviene de un sistema institucional
centralizado y orientado hacia centros económicos, políticos y sociales.
La centralización ha traído grandes beneficios a la administración del
país, pero también ha facilitado el incremento de la vulnerabilidad en
zonas marginales, no tan sólo de las ciudades, sino también del
territorio nacional, como es el caso de Chaitén. Así, las causas raíz de
la vulnerabilidad no son parte de la naturaleza como tal y suelen estar
más allá de la situación local y del presente, por el contrario, son
procesos socio-económicos y políticos, generalmente alejados en el
pasado y que a su vez, se anidan a escalas geográficas superiores;
Gobiernos nacionales o regionales, agencias o instituciones
internacionales, la economía global, entre otros.
(Ver: Wisner, B., Blaikie, P., Cannon, T. and Davis, I. (2004) At
risk : natural hazards, people’s vulnerability, and disasters, 2nd ed.,
London ; New York: Routledge).
FUENTE:CIPERCHILE
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