Al cumplirse 121 años del nacimiento de Antonio Gramsci su pensamiento parece estar de regreso en la reflexión de muchos líderes estudiantiles que han encabezado las protestas en Chile el año 2011. Esto ocurre también en otros lugares del mundo, donde el interés por descubrir el pensamiento de Gramsci se liga a la nueva subjetividad surgida como efecto de la crisis de la economía internacional dominada por el modelo neoliberal, por los efectos de la globalización y el impacto de la revolución digital en las comunicaciones. Por ello, coloco a disposición de los lectores del diario El Mostrador mi libro “Gramsci”, esperando que sea un aporte al conocimiento del pensamiento filosófico y político de este pensador.
Un aspecto que destaca en la búsqueda de Gramsci, entre los jóvenes de hoy, es -seguramente- que su elaboración se inscribe en una corriente que coloca de relieve el factor de la subjetividad, de la espiritualidad, de la ética, de la estética, estableciendo un nuevo nexo entre sujeto y objeto, entre medio y fin, que permite descubrir en ellos profundas categorías que no fueron parte de la tradición marxista clásica.
Muchos estudiosos han calificado a Gramsci, Bobbio entre ellos, como el “teórico de la superestructura”. Esta calificación es útil, pero reductiva, ya que Gramsci es el teórico del bloque histórico y siempre subraya el significado de la interrelación entre ambas esferas. Es más, se siente incómodo en esta definición, va mas allá y establece que el propio proceso productivo es necesario enmarcarlo no sólo en la visión de la economía, sino también en el de la filosofía de la praxis. Dicho esto, lo cierto es que Gramsci reconceptualiza y reubica formulaciones filosóficas y políticas anteriores para determinar un nuevo escenario cultural.
Desde el punto de vista metodológico, Gramsci supera una forma de aproximarse a los problemas que fue típica de una parte de la izquierda marxista: ver la realidad filtrada por un conjunto de pre-supuestos más que como un proceso de descubrimiento de las novedades. Gramsci es un crítico implacable de las tesis preconstituídas, de los “objetivismos” y de los “determinismos” económicos que caracterizaron una parte importante de la elaboración del marxismo clásico.
Lo interesante es la originalidad de Gramsci y de su elaboración, la forma como éste coloca caminando de pie el marxismo después de su paso “ruso” y lo traslada a occidente, creando o reinterpretando un conjunto de categorías políticas y filosóficas. Un verdadero léxico gramsciano, que engloban los conceptos de bloque histórico, sociedad civil, hegemonía, guerra de posicionamiento, intelectuales orgánicos y tradicionales, fascismo, revolución pasiva, catarsis, moderno príncipe y muchos otros términos.
Él busca desentrañar el saber, el conocimiento, a partir de los procesos y de las complejidades analíticas que detrás de ellos se encierran. Además, busca establecer la supremacía de la razón para comprender la conflictualidad, las contradicciones, los aspectos globales, la visión de conjunto de los fenómenos y su proyección, la nacionalización de los procesos que apunta a la creación de una voluntad colectiva como base de la hegemonía en sus diversas fases. Ésto es, justamente, lo que permite pensar la “gran política”, la cual constituye el verdadero objetivo filosófico de Gramsci.
Son notorias la novedad y la flexibilidad de los instrumentos en las categorías gramscianas y la forma no definitiva con que cada una de ellas son presentadas por Gramsci.
La primera, está constituida por la dialéctica entre estructura y superestructura, por la importancia de las culturas nacionales, por la fuerza de la subjetividad colectiva, por la acción política de las masas. La segunda, está constituida por la supremacía de la política y por la constitución de los subalternos como fuerza no sólo dominante, sino dirigente. Nace la valoración de la irrupción de las masas en la historia que se transforman en protagonistas de la construcción de lo nuevo. El tercer núcleo es la constitución de una nueva visión, no catastrofista, de las crisis endógenas del capitalismo y de sus eventuales salidas.
Otro aspecto que subyace -dentro de la originalidad del pensamiento gramsciano- es su realismo historicista como una visión integral de la vida y de la política ubicada en una consideración de los procesos singulares, nacionales, en los cuales las clases subalternas construyen su hegemonía. Ésto permite a Gramsci superar tanto la metafísica espiritualista, derivada del idealismo de Hegel y de Croce, como la metafísica materialista que construye un principio dialéctico apoyado sólo en los principios materiales.
Así, el realismo histórico de Gramsci -en los Cuadernos de la Cárcel- se liga a Maquiavelo, a su consideración de la autonomía de la política e introduce las argumentaciones del florentino en su filosofía de la práctica inspirada en Marx, lo cual es una fuente inspirativa en la creación del concepto de bloque histórico. Es la ética, a su vez, lo que permite a Gramsci, en esta proficua relación teórica con Maquiavelo, no subsumirse solo en la política como táctica en la configuración de su estrategia.
Es la polémica con el antipositivismo lo que impulsa a Gramsci a concebir la realidad, sea natural que política, como continuamente modificable por la cultura, por la voluntad, por la conciencia, por la acción, lo cual permite colocar la subjetividad en el centro de la elaboración gramsciana.
Por ello, la visión sobre la ideología deja de ser en Gramsci un factor negativo o neutro y se transforma en un factor positivo. Es el propio Gramsci quien señala “que un potencial error en la consideración del valor de las ideologías se debe al hecho de que se da el nombre de ideología tanto a la superestructura necesaria de una determinada estructura como a las elucubraciones arbitrarias de determinados individuos. El sentido peyorativo de la palabra se ha hecho extensivo, y ha modificado y desnaturalizado el análisis teórico del concepto de ideología”.
Lo interesante es la originalidad de Gramsci y de su elaboración, la forma como éste coloca caminando de pie el marxismo después de su paso “ruso” y lo traslada a occidente, creando o reinterpretando un conjunto de categorías políticas y filosóficas, un verdadero léxico gramsciano, que engloba los conceptos de bloque histórico, sociedad civil, hegemonía, guerra de posicionamiento, intelectuales orgánicos y tradicionales, fascismo, revolución pasiva, catarsis, moderno príncipe y muchos otros términos con los cuales Gramsci construye una verdadera ciencia política y una teoría del Estado, de la superestructura, completamente nueva dentro del marxismo y más allá de él.
La supremacía de la Política como idea fuerza resume mejor que ninguna el aporte del gran pensador sardo a la filosofía y a la política. Cierto, Aristóteles y Maquiavelo, liberan la política y Gramsci repite en su obra la expresión del filósofo griego del hombre como “animal político”. Para Aristóteles, que visualizó y determinó antes que nadie la autonomía de la política, la politicidad era natural–pasiva. Para Gramsci, más de dos milenios después, el hombre es esencialmente político, porque en “la actividad para transformar y dirigir conscientemente a los demás hombres realiza su “humanidad”, su “naturaleza humana”. Este pensamiento de Gramsci lo dice todo respecto del peso de la subjetividad humana, de la construcción de identidad y de la realización personal ligada a las transformaciones sociales y políticas.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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