jueves, 10 de mayo de 2018

Ley de Fármacos II: ¿venderías armas en los supermercados?

farma
Las armas y los medicamentos pueden producir muertes accidentales. En Estados Unidos, el año 2016 se registraron 141.181 muertes y 827.346 personas seriamente dañadas por mal uso de fármacos (según el Sistema de Registro de Efectos Adversos de la FDA, FAERS). Pero en ese mismo país, durante 2016, murieron 2.204 personas por accidentes que involucraron armas de fuego, es decir, los medicamentos causaron 64 veces más muertes “accidentales” que las armas.
Si extrapolamos esto de acuerdo a la población, aun cuando acá existen menos controles al uso de fármacos, tendríamos que en Chile debieran producirse unas 6.600 muertes cada año, y unas 43.000 personas debieran resultar seriamente dañadas por usar algo que nos debiera “sanar”.
Por ejemplo, un medicamento común y aparentemente inofensivo como la aspirina, puede producir la muerte. En el caso de que la muerte se produzca debido a una alergia a la aspirina, se consideraría como una reacción atribuible a la estructura química del fármaco y, por ende, su reporte sería obligatorio. Pero si un paciente con úlcera gástrica usa aspirina, agravaría su úlcera gástrica pudiendo morir a mediano o largo plazo; este último caso, no se considera como un efecto directo del fármaco y, por ende, no existe obligación legal de reportarlo. Estos ejemplos, tal como muestran las estadísticas de Estados Unidos, son mucho más comunes de lo que nos gustaría reconocer.
La inexistencia de datos en Chile, tanto cuantitativos como cualitativos, hace que el problema no sea evidente para la opinión pública, pero es una realidad que día a día ven con impotencia los colegas farmacéuticos de Atención Primaria y de hospital. Si bien es imposible erradicar el problema, las políticas públicas pueden contribuir a contenerlo, mejorando de paso la eficiencia del sistema de salud.
En el país del norte y en todos los países con que nos gusta compararnos, existen políticas de seguridad y un monitoreo sistemático de todos los medicamentos. Por ejemplo, en aquellos países los medicamentos que se expenden bajo receta médica (la gran mayoría), no pueden salir de la farmacia si no existe dicha receta. En el caso de los medicamentos de venta libre o sin receta médica (OTC) solo se entregan en precisas dosis. En cambio, en Chile vemos como la discusión se enfoca en hacer más asequibles los medicamentos en los supermercados, pero con poco o ningún control. Pareciera que consideramos al medicamento un bien de consumo más, cuyo precio depende de la oferta y la demanda de un mercado muy diferente del que describen los libros de economía, ya que el comprador/paciente no tiene ningún poder negociador ni de decisión.
Acá, la autoridad sanitaria no posee control sobre la mayoría de los medicamentos con condición de venta “bajo receta médica”, los que en la práctica se venden sin problema al que pueda pagar por ellos. Ejemplos de esto son los hipoglicemiantes orales, antihipertensivos, y un largo etcétera; todos ellos, medicamentos muy peligrosos de ser usados de manera incorrecta.
La ley vigente en Chile considera a las farmacias como centro de salud. Ante esa realidad, surgen varias preguntas: ¿cuál es el aporte de las farmacias a la salud de la población?, ¿qué hacen por evitar el daño y muerte por mal uso de medicamentos?
Desde la academia vemos con suma preocupación, que el enfoque en la discusión de la Ley de Fármacos II está muy lejos de abordar el problema desde su complejidad inherente, centrando el debate básicamente en el precio, con una mirada acotada y a veces interesada del problema.
Hago un llamado a los y las legisladoras, a mejorar la calidad de la discusión, especialmente ahora que los impulsores de la Ley de Fármacos I, volverán probablemente a tratar de situar a los medicamentos en la tómbola del mercado de la salud, que siguiendo la comparación de más arriba, podría parecerse más al juego de la ruleta rusa.
FUENTE/CIPERCHILE

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