En el ciclismo se habla de un ataque cuando un pedalero aprovecha un momento de descuido o el desgaste de su contendor para acelerar intentando cortarlo, es decir, que quede separado de su rueda y con ello comience a perder ritmo y lugares en la carrera. Muchas veces esta movida va acompañada de constantes ataques preliminares, planteados por los compañeros de equipo del retador, quienes se van sucediendo para desgastar al líder hasta molerle las piernas.
Bueno, esta es precisamente la figura que venía a mi mente mientras leía la cuidada declaración con la que Ricardo Lagos Escobar se ponía a la cabeza del pelotón de los nostálgicos de la transición, anunciando su intención de “no restarse” al desafío de avance y progreso que chilenas y chilenos le demandan.
Y es que la proclamación de Lagos es mucho más que la mera declaración de disponibilidad para competir por un cupo en la papeleta de 2017. Con ella se ha puesto en circulación una cuidadosa operación de desgaste y reemplazo de la Nueva Mayoría, sus lógicas, su semántica y –cómo no– de su figura principal.
Tal como en las “grandes vueltas”, la arremetida de Lagos fue solo uno de los innumerables golpes asestados por él y su corte. Desde la visita ilustre del hoy candidato a La Moneda, mientras Burgos oficiaba de Vicepresidente, su irrupción constitucional, su presencia en lanzamientos de libros conmemorativos de la obra de la Concertación, las columnas de Tironi llamándolo a llenar el vacío de poder dejado por Bachelet, las de Jorge Navarrete instándolo a decidirse y, por cierto, sus propias reflexiones sobre la profundidad de la crisis institucional de la que viene a rescatarnos.
Así las cosas, la generación de la transición ha obtenido de Lagos mucho más que un candidato. Ha levantado un líder simbólico con el cual disputar “aquí y ahora” su lugar en la historia, tras el breve pero violento asalto de las hordas autoflagelantes.
Lagos, como se irá viendo progresivamente, no llegó como opción electoral. De hecho, las encuestas le siguen siendo esquivas. Lagos llegó a reconquistar una coalición en estado de demolición y, sobre todo, a recuperar el liderazgo y hegemonía perdidos a manos de tanto autoflagelante-retroexcavador emergido de las cenizas de la Concertación y cocinado a fuego rápido en el calor de la popularidad de la hoy desgastada Michelle Bachelet y las consignas del movimiento estudiantil.
Lo de Lagos no es una candidatura, es un reemplazo. Se está ubicando en todos los escenarios desde donde habla Bachelet: la nueva Constitución, La Moneda, la reforma a las pensiones y hasta en su querida Radio Cooperativa. La desplaza y la reemplaza. Desde ahora, y mientras dure el envión, Lagos será la medida de todas las cosas dentro del sistema político. De hecho, Piñera salió a hablarle a él este fin de semana y el primero en responderle no fue el flamante candidato sino el propio vocero de Gobierno.
De continuar en esta senda, no sería extraño que el vocero del movimiento “No Más AFP” le pida a Lagos una cita y termine haciendo de esta una reunión tanto o más importante que la que ya sostuvo con la primera Mandataria.
Así las cosas, la generación de la transición ha obtenido de Lagos mucho más que un candidato. Ha levantado un líder simbólico con el cual disputar “aquí y ahora” su lugar en la historia, tras el breve pero violento asalto de las hordas autoflagelantes. Ahora, todos aquellos que se fueron desgranando del árbol neomayorista con el correr de los meses, la impopularidad y las reformas, han vuelto a la vida, se han organizado y están cantando a coro “la Reina ha muerto, que viva el Rey”.
FUENTE: EL MOSTRADOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario