“José Piñera debiera estar en Punta Peuco”
Cuando Adolf Hitler salió de la cárcel, solamente fueron a buscarlo muy pocos partidarios, pues la República de Weimar estaba en su apogeo, gracias a los créditos norteamericanos. El libro de Hitler, Mi lucha, lo leían, apenas, 20.000 personas, mucha gente se reía del ridículo demagogo del “bigote”. Pasaron sólo diez años para que el fanático se encontrara con el poder e hipnotizara al pueblo más culto de Europa.
Cuando Adolf Hitler salió de la cárcel, solamente fueron a buscarlo muy pocos partidarios, pues la República de Weimar estaba en su apogeo, gracias a los créditos norteamericanos. El libro de Hitler, Mi lucha, lo leían, apenas, 20.000 personas, mucha gente se reía del ridículo demagogo del “bigote”. Pasaron sólo diez años para que el fanático se encontrara con el poder e hipnotizara al pueblo más culto de Europa.
Algo similar pasó con Benito Mussolini, quien de ser un payaso periodista socialista, pasó a convertirse en el “Julio César” que, con su fanatismo fanfarrón, obnubiló a los italianos – hubiera bastado que un solo regimiento disparara para detener la marcha sobre Roma -. Como estos de la historia, podrían relatar miles de desastres y crímenes, perpetrados por los dogmáticos – El monje franciscano, Girolamo Savonarola, el “perro” Francisco Franco, el tirano J. Stalin, y muchos otros -.
José Piñera no es un cómplice pasivo de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet, sino activo, y muy activo: impuso, por medio de tanques, metralletas y bayonetas el monstruoso sistema de las AFPs en Chile, y que hoy difunde por el mundo inspirado en el peculiar verbo de fanático. Afortunadamente, ningún país ha caído en instaurar tan funesto sistema, aun cuando ha hecho algún daño en los países de América Latina, que lo han adoptado parcialmente. Si Chile fuera un país civilizado José Piñera Echeñique estaría bajo las rejas, en compañía de los violadores de derechos humanos, instalados en Punta Peuco.
Ronald Reagan y Margaret Thatcher no se atrevieron, en sus respectivos países, a imponer un sistema de capitalización individual, sosteniendo que este paso se podría dar sólo con una dictadura brutal y sanguinaria, como la de su amigo Augusto Pinochet.
A los chilenos se nos impuso, sin derecho a réplica, a sangre y fuego, este perverso sistema, que sólo sirve para enriquecer a las grandes empresas a costa de los trabajadores chilenos, sobre todo a los viejos y viejas, que jubilan con el 30% de su último salario.
El neoliberalismo de Kayek no es una doctrina económica, ni siquiera una concepción política: es una anti utopía totalitaria, que coloca como Dios al mercado, y como Jesucristo crucificado por los socialistas, a los banqueros y empresarios, donde el cielo es reinado absoluto de la “sagrada” propiedad privada.
Tomás de Torquemada – gran inquisidor – enviaba al fuego a los herejes con el sólo fin de salvar su alma luego de crueles torturas, cuyo objetivo era maltratar brutalmente al cuerpo para conseguir la vida eterna. El fanático José Piñera hizo otro tanto al engañar a los chilenos entregándolos al gran capital y a los dueños de las AFPs, quienes les roban su dinero, y os llevan en el crepúsculo de su vida a pasar hambre, frío y miseria, y llegar al cielo “ligeros de equipaje”, como diría Antonio Machado.
Afortunadamente, aunque tarde, los esclavos de este inicuo sistema han despertado poniendo muy nerviosos a los personajes de la casta, que no han sido más que sirvientes de las AFPs.
El fanático y totalitario José Piñera no puede soportar que su paraíso terrenal, construido sólo para ricos y propietarios, corra el riesgo de desaparecer por culpa de “una turba indignada de rotos e ignorantes” que ignoran que su “salvación” depende de que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres; que la codicia, lejos de ser un vicio, es una virtud, pues hace ricas a las naciones, no importa el sacrificio que se les pida a los pobres.
Después de la exitosa marcha del 24 de julio de 2016 han surgido todo tipo de propuestas, cada una más loca que la otra: por ejemplo, la periodista Catalina Edwards – esposa de un ejecutivo de AFP – se le ocurrió la “genial” idea de obligar a los viejos a trabajar, (¿trabajo forzado o tal vez, resucitar el PEM y el POJ?).
Rodrigo Pérez Mackenna, presidente de las AFPs, propone que las mujeres coticen hasta los 65 años – como si encontrar pega después de los cuarenta estuviera al alcance de la mano. Por lo demás, esos cinco años servirían para engrosar los bolsillos de los directivos de las AFPs -.
Los diputados democratacristianos proponen copiar la fórmula peruana, es decir, que se pueda retirar el ahorro de cada persona cuando se desea para que pueda comprar una casa o crear una empresa familiar u otro negocio. ¿No se han puesto a pensar que la mayoría de estas cuentas no alcanza el dinero ni siquiera para adquirir una vivienda del Hogar de Cristo?
Otros proponen aumentar el fondo solidario, permitiendo así que lo reciba más del 80% de las familias. En el fondo, sería más funcional volver al antiguo sistema de reparto, pues en ambos casos sería el Estado y los activos que estarían cubriendo las pensiones de la mayoría de los pasivos. Las AFPs se limitarían solamente a los más ricos para que obtengan mejores pensiones, como ocurre actualmente, por ejemplo, en Canadá.
A otros muy socialistas les cayó “la teja” que los empresarios no aportaban nada al sistema actual de pensiones, ¿por qué no exigirles que lo hagan, al menos, en un 25% y el Estado aporte otro 25%, y a cada trabajador se le descuente el 18% de su salario – más o menos parecido a lo que se hacía en el antiguo sistema de reparto -.
La política, como arte de engañar a los ingenuos y a los analfabetos, tiene un instrumento más poderoso que “la bomba atómica” de José Piñera: el arte de asustar a la gente ante cualquier cambio de modelo. Ahora lo hacen con un “cuco” del sistema solidario, recalcando sus defectos y silenciando sus méritos.
Nadie propone, dentro de los partidarios del sistema solidario, la existencia de 36 Cajas de Previsión, tampoco la famosa “perseguidora”, que convertía la jubilación del pasivo igual a la del trabajador activo en el mismo cargo. Lo que proponemos es un sistema mixto, en que la mayoría pertenezca al solidario y una minoría pueda mejorar sus pensiones por medio de una cuenta individual. Pero incluso, los más ricos, en su mayoría no cotiza en las AFPs, pues no le tienen ninguna confianza a los analistas del mercado y prefieren jugar a la ruleta ellos solos, por algo son genios de la especulación – pregúntenle al empresario Ramón Valente, a Rodrigo Pérez Mackenna y a Sebastián Piñera…- . “Ser rico, pero no tonto”.
FUENTE: EL CIUDADANO
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