La “angostura” del camionero
Escuchar al dirigente Sergio Pérez es subirse a una de esas máquinas, encender la radio en Agricultura y enfilar hacia el pasado más oscuro. Una retórica amenazante, con tufo a milico, brutalmente pragmática.
Este sábado, como ocurrió hace un año, parte del gremio de los camioneros agrupados en la Confederación Nacional de Transporte de Carga, llegará con sus máquinas nuevamente al peaje Angostura, al ingreso a Santiago. Acusan un incumplimiento de los compromisos del gobierno, conseguidos una noche de agosto de 2015, tras desfilar con algunos de esos camiones quemados frente a La Moneda.
Escuchar a Sergio Pérez, el presidente de esa organización, es subirse a uno de esos vehículos, encender la radio en Agricultura y enfilar hacia el pasado más oscuro. Una retórica amenazante, con tufo a milico, brutalmente pragmática.
Pérez y compañía quieren terminar con lo mismo con lo que querían acabar Pinochet y compañía: con “el terrorismo” y “la delincuencia”. Para eso exigen que se legisle, “con carácter de ur-gen-cia”, respecto a los “encapuchados” y que se modifique la Ley Antiterrorista. “Es laxa y necesita que exista el agente encubierto”, apuntó el dirigente camionero.
Verlo y escucharlo es encontrarse nuevamente metiendo la cabeza de niño en medio de esas conversaciones de los grandes de inicios de los ’90, cuando los viudos y viudas del dictador proponían resolver todo con un solo dogma: “Acá tiene que correr bala”.
Estos dirigentes gremiales encarnan esa lógica incapaz de analizar las cosas con profundidad, de entender que una problemática como la de La Araucanía tiene capas, factores de tipo histórico, cultural e ideológico. Es la discapacidad, la angostura de mente de un sector de la sociedad chilena cargado brutalmente hacia el lado derecho de aquello de “por la razón o la fuerza”.
Son los mismos que están obsesionados con los encapuchados por no manifestarse en un marco “de orden y respeto”, pero que no tienen ningún problema en amenazar con bloquear por completo la principal vía de ingreso y salida de la capital, para intentar demostrar quién es el que la tiene más grande.
Tipos como estos son peligrosos, porque así como en otros tiempos han legitimado el uso de la violencia física en función de su beneficio, hoy naturalizan también la violencia simbólica, intentando hacer creer a todo un país que instalar un montón de pesados camiones en las afueras de la ciudad, con la posibilidad de ingresar con ellos al centro, es algo “pacífico”.
Son de la misma escuela de Marinakis y Navarrete, que el 12 de agosto de 2002 simplemente decidieron bloquear las principales arterias de Santiago con los autobuses de sus empresas, porque estaban descontentos con la llegada de competencia a un negocio que tenían monopolizado.
Pero, ¿por qué se mueven con tanta propiedad estos sujetos todavía? Porque en la supuesta vereda del frente, en donde están aquellos que prometieron dejar atrás esas prácticas matonescas, hay muchos que comulgan con ellas, con la “mano dura”, con la miopía de ver “la delincuencia” solo en los sectores más empobrecidos, como si ésta fuera una condición natural a la que hay que combatir entre todos los “buenos” unidos.
No por nada el dirigente Sergio Pérez dedicó sus únicas palabras de agradecimiento al ex ministro del Interior, Jorge Burgos, con quien dijo haber conseguido sacar adelante la Agenda Corta Antidelincuencia. Burgos es el mismo que los recibió hace un año cuando, sin invitación, llegaron a La Moneda con sus camiones rugiendo.
Daniel Labbé Yáñez
FUENTE: EL CIUDADANO
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