viernes, 15 de julio de 2011

Hinzpeter or no Hinzpeter

Cristóbal Bellolio
Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez
 
Rodrigo Hinzpeter llegó a ser ministro de Interior por dos razones. La primera es su cercanía personal con Sebastián Piñera, a quien acompaña desde que éste fuera presidente de RN. La segunda es su destacado desempeño llevando adelante la campaña del 2009, ordenando la casa y profesionalizando un trabajo que en la derecha se solía hacer a lo amigo.
Sus primeros meses a la cabeza del gabinete de Piñera fueron buenos. Su vitalidad contrastaba con el paso  cansino de Edmundo Pérez Yoma, Belisario Velasco y Andrés Zaldívar, todos pasaditos los setenta. Empoderado desde el camarín, Hinzpeter tomó el control de dos agendas. Exigió a los empresarios hacer esfuerzos adicionales para colaborar en la reconstrucción post terremoto y entregó señales de mano dura contra la delincuencia, prioridad hasta entonces número uno de los chilenos. Hasta el episodio de la mina San José, que puso los focos en Laurence Golborne. En cuestión de meses, Hinzpeter pasó de posible delfín a candidato a dejar el gabinete. De estar en boca de toda la clase política por su promisoria carrera, no son pocos los que hoy lo están desahuciando. ¿Qué le pasó a Hinzpeter?
Lo primero es haber apostado al rol equivocado. Hinzpeter privilegió irrumpir en los televisores chilenos con chaqueta de la PDI jugando al sheriff del condado. Una estrategia que debería haber resultado, pero no fue. Al hacerlo, se transformó en el ministro sectorial de la seguridad ciudadana y abandonó su rol de primus inter pares. Enredado entre lacrimógenas, perdió peso específico.
Como muchos de su generación, prefirió pedir permiso antes que pedir perdón. Políticamente, se debilitó. La última medición Adimark lo ubica en su punto más bajo desde marzo del 2010, con un 54% de evaluación positiva y un 40% negativa, lo que contrasta con el 75% favorable que cosechó hace apenas ocho meses.
Lo segundo se llama UDI. El ministro del Interior no extendió la capacidad de entendimiento del propio Presidente con el partido aliado. En el gremialismo nunca lo consideraron un puente, sino siempre el hombre de confianza de su otrora principal enemigo en la centroderecha. La carta que Kast y cía firmaron para acusar a Hinzpeter con su jefe efectivamente le hizo daño.
El tercero fue la pérdida del control de la agenda, que en parte importante responde a las habilidades del primer ministro de Palacio. El pobre manejo del gobierno frente a la aprobación del proyecto HidroAysén comienza con Hinzpeter leyendo mal el contexto y “ordenando” a los seremis encargados de discernir. En la actual crisis estudiantil su discurso se ha centrado en los desórdenes, lo que es esperable dada su estricta función, pero sin la perspicacia política que además se espera del jefe de un gabinete con visión.
Los nombres de Allamand y Longueira están en el tablero de posibilidades para reemplazar a Hinzpeter justamente por la capacidad que tienen de construir relatos políticos. Éste lo intentó, al despachar su tesis sobre la “nueva derecha” que se perfilaba en el poder. Fue su prueba de fuego. Y no la pasó. Es cierto: puso el tema y tuvo a todo el establishment chileno comentándolo. Pero naufragó ante los embates del mundo conservador –que olfateó progresismo-, del escéptico de la Alianza –que gana votos en la feria y no se traga entelequias-, del que apuesta a otro caballo –y no le hace gracia Hinzpeter de crack-, entre otros. Más todavía, no contó con el respaldo explícito del Presidente. La “nueva derecha” vivió la suerte de “la nueva forma de gobernar”: cayó en descrédito.
Emulando la indecisión de su mentor, Hinzpeter no se la jugó a fondo por su idea. Como muchos de su generación, prefirió pedir permiso antes que pedir perdón. Políticamente, se debilitó. La última medición Adimark lo ubica en su punto más bajo desde marzo del 2010, con un 54% de evaluación positiva y un 40% negativa, lo que contrasta con el 75% favorable que cosechó hace apenas ocho meses.
El Presidente Piñera ha dicho que a pesar de su estrecha relación con su ministro más importante, lo evalúa objetivamente. Si es así, Hinzpeter no debería zafar del próximo cambio de gabinete. Este es un gobierno que podría fracasar por su ineficacia política, y el jefe de gabinete en sistemas como el nuestro tiene una alta responsabilidad en eso. Aunque con Piñera nunca se sabe.
FUENTE: EL MOSTRADOR
 

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