jueves, 4 de diciembre de 2014

Encuestas CEP y Adimark revelan el divorcio entre la ciudadanía y la clase política

 Publicado el 04 Diciembre 2014
 ESCRITO POR RAFAEL LUIS GUMUCIO RIVAS

En esta primera columna de una serie relacionada con las encuestas, voy a dedicarla al tema de la crisis de representación, legitimidad, credibilidad y eficacia que, a mi modo de ver, está influyendo marcadamente en una democracia electoral ajena a la ciudadanía. En la última encuesta CEP el 57% de los entrevistados no se identifica con ninguna de las dos combinaciones – Alianza y Nueva Mayoría -. Anteriormente, en la encuesta UDP, del mes de octubre, sólo el 4% tiene confianza en los partidos políticos actuales; en la reciente encuesta CEP, el 53% siente absoluta desafección por la política.


Las dos agrupaciones políticas que compiten por el poder tienen sólo un 32% de adhesión – la Nueva Mayoría, un 22% y la Alianza, un 10% -. La campaña descalificadora y brutal que ha llevado a cabo la derecha para oponerse a las reformas propuestas por el gobierno de Bachelet ha sido inútil, pues ha obtenido un pésimo resultado, reflejado un 10% de apoyo y simpatía. Los más duros detractores del gobierno, como Evelyn Matthei y Ernesto Silva – a este último dirigente de la UDI sólo lo conocen en su casa – que tienen el record de rechazo, ubicándose en los primeros lugares de rechazo.

Si el apoyo al gobierno y la Presidenta Michelle bajan, en forma notoria, en estas últimas dos encuestas, también lo hace, y en mayor medida, la oposición, lo que nos permite concluir que estamos en un vacío político, en el páramo del ciudadano.

A la pregunta de pertenencia a los diferentes grupos o asociaciones, los partidos políticos ocupan el último lugar, con un 4%: la pregunta “supóngase un proyecto de ley que está siendo debatido por el Congreso y usted considera que es injusto o perjudicial e intenta hacer algo al respecto ¿qué tan probable es que el Congreso le preste atención a su demanda? Sólo el 12% de los encuestados responde es probable que le dé la atención debida. Hace nueve años – junio y julio de 2005 – el 19% respondía afirmativamente. “¿En tal caso qué tan probable es que usted, actuando solo o con otras personas, intenta hacer algo al respecto?” Sólo el 28% cree que es posible que lo haga – hace nueve años, el 38% respondía afirmativamente – lo cual indica que en este lapso se ha deteriorado la confianza de los ciudadanos con respecto a la posibilidad de participar e influir en los poderes públicos. El significado profundo de este hecho es que el Congreso actual se encuentra alejado de la gente, pues sus miembros no representan a los ciudadanos, y la prueba de que el 90% de los entrevistados no confía en este poder del estado

El 64% de los encuestados cree que la mayoría de los políticos están en esta actividad para obtener beneficios personales – hace nueve años, el 55% de los consultados hacía esta afirmación, es decir, en menos de un decenio, el mal concepto hacia la clase política se ha incrementado en 10 % -. Respecto a la creencia, por parte de los encuestados, de que el gobierno hace lo correcto, sólo el 27% está de acuerdo; hace nueve años un 35% concordaba con esta afirmación. En conclusión, la confianza en el gobierno se deteriorado en un 18% en un decenio. Respecto de la corrupción en las instituciones, el 39% cree que hay mucha gente involucrada en ilícitos.

En Chile, el Presidente de la República es un monarca que reúne en su persona tanto o más poder que los reyes absolutos de derecho divino: son a la vez, copulativamente, que es jefe de Estado, de Gobierno y de líder de la mayoría, legislador y ejecutor simultáneamente.

En estos últimos años se está produciendo un deterioro muy rápido del apoyo inicial de estos presidentes monárquicos – en el caso del Presidente Ricardo Lagos comenzó, en marzo, con el 49% de apoyo ciudadano y, en diciembre del mismo año, bajó al 41%; Michelle Bachelet comenzó con un 46% y, en diciembre de 2007 bajó 39%; el caso de Sebastián Piñera fue mucho más dramático, pues comenzó con 45% y bajó al 24% en abril de 2012; actualmente, Michelle Bachelet comenzó con un 50% y a menos de un año de su mandato lleva sólo un 38% de aprobación -.Este deterioro del Poder Ejecutivo no es sólo chileno, sino también mundial – por vía de ejemplo, es el caso François Hollande, Presidente de Francia, que está cercano al 10% de aprobación -.

El caso chileno es mucho más grave si tenemos en cuenta que tenemos un régimen presidencialista a tal grado que si se cae el presidente de la república, se derrumba el sistema político. En el caso de un gobierno parlamentario, el Primer Ministro, que necesariamente debe contar con el apoyo del legislativo, aminora este efecto.

Es cierto que las crisis, principalmente de representación y legitimidad no llevan, de inmediato, a la destrucción de un sistema político, pero sí se pueden incubar durante largo tiempo manteniendo e divorcio entre la casta política y la ciudadanía, es decir, una especie de democracia sin ciudadanos, lo cual puede llevar a la aceptación, como algo legítimo y normal, que se sólo acuda a las urnas un magro porcentaje, equivalente a un 40% del universo electoral ¿y por qué no el 30% o menos? Una especie de vuelta al Chile de un electorado limitado y muy poco representativo, es decir, darle el gusto al sueño de algunos miembros de la Comisión constituyente de 1980, que despreciaban el sufragio universal y eran partidarios del censitario o el indirecto par muchos de ellos el sufragio universal es una especie de “dictadura del proletariado”, tal cual la definía el historiador Alberto Edwards Vives, el último de los “pelucones”.

Rafael Luis Gumucio Rivas
04/12/201

FUENTE: EL CLARIN

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