Tortura en Chile: los monstruos existen. Conmovedor testimonio de ex periodista de TVN perseguido por la dictadura
07/09/2014 |
Por Mario López Moya
Chile vivió durante la dictadura el horror de los secuestros, lo asesinatos y las desapariciones. Ello ha dejado una huella profunda, sobre todo para los que aún no encuentran a sus seres queridos. Pero hay otros que sobrevivieron, los que fueron secuestrados, mantenidos en lugares clandestinos de detención y violentamente torturados. Hoy, los tribunales, han permitido conocer algunos de sus testimonios.
La tortura, ese acto de provocar dolor físico o psicológico por parte de una autoridad pública, o de alguien amparado por ella, con el fin de obtener información, la vivieron más de 40 mil compatriotas en nuestra patria, según da cuenta la Comisión Valech, que lleva el nombre de Monseñor Sergio Valech, quien la dirigiera por instrucción presidencial para esclarecer la identidad de quienes fueron sometidos a privación de libertad y torturas por motivos políticos entre 1973 y 1990.
Pero ese flagelo es más que una cifra, es más que los miles de testimonios que por disposición de ley permanecen en secreto y a los cuales se ha vedado a los tribunales acceder. Es cierto que muchos de quienes sufrieron la tortura no quisieran que sus hijos o familias supieran lo que debieron padecer. Pero hay otros que piden no callar, para evitar que esto vuelva a suceder. No es un tema fácil de asumir, juzgue usted.
Testimonios del horror
"Cuando era chico, me hablaban de los monstruos... pero cuando crecí, me di cuenta que los monstruos, sí existían". Esa frase de Mario Aguilera S., un periodista que vivió el horror de la tortura, refleja el crudo encuentro con una realidad que ni la fantasía es capaz de crear. Fue detenido el 11 de agosto de 1974, estuvo 40 días "desaparecido", deambulando entre distintos campos de detención ilegales y 11 meses preso. Luego fue expulsado del país, hasta su vuelta en 1989, justo un día antes de la elección del presidente Patricio Aylwin.
"La noche era lo peor, en medio del silencio se escuchaba mucho más de lo que uno quería saber. La tortura a otros era peor que lo que uno podía soportar, mientras estás en la parrilla o te están golpeando tú sabes lo que te hacen, cuando los gritos ahogados por los llantos de una mujer llegan a tus oídos te imaginas lo peor. Cuando te lo hacen a ti logras morder la rabia y el dolor, pero escuchar a los demás tu indignación sólo te permite llorar en silencio. La valentía para enfrentar a los monstruos capaces de hacer eso sólo se ve en las películas, vendados, asustados y vejados en esas condiciones, nadie quiere ser héroe", asegura Aguilera.
El valiente testimonio de Nieves Ayress Moreno, habla por sí solo de aquellos monstruos: "Permanecí dos semanas sola e incomunicada en Londres38, y fui tratada salvajemente. Las torturas incluían golpes, Aquí fui torturada brutalmente. Los métodos de tortura incluían golpes, y choques eléctricos a todas las partes más sensibles del cuerpo, como los senos, los ojos, el ano, la vagina, la nariz, los oídos, y los dedos. También usaban un método de tortura que se llamaba "Pavo de Arara", en el cual me amarraban los pies y los brazos, me colgaban cabeza abajo, y me aplicaban choque eléctrico al ano."
Otro método de flagelo que sufrió, fue "el teléfono": "me golpeaban con fuerza los dos oídos simultáneamente. Me torturaban desnuda y encapuchada. Fui torturada en la presencia de mi padre y hermano, y una vez me forzaron a intentar el acto sexual con ellos. (...) Varias veces en el baño de Londres me violaron" (los torturadores).
Cara a cara con su torturador
Ya asentado en Chile, a Mario Aguilera le tocó trabajar entre otros medios en TVN y en esa situación cubrió tribunales y le "toco entrevistar a mucha gente de aquellos que habían sido incluso mis torturadores y responsables de mi detención, Manuel Contreras entre otros. Durante el tiempo de mi detención pasaron muchas cosas, que incluso yo no había contado ni siquiera a mi familia, aunque sabían algunas cosas como que me habían golpeado, puesto corriente, pero ni siquiera mis hijos conocían toda la verdad", reflexiona.
"Cuando me tocó entrevistar al "Mamo" por ejemplo, fui el más directo de los colegas, me sentía con ganas de preguntarle cosas que el resto no le preguntaba o no se atrevía a hacerlo, incluso me reconocían... ¡usted!, me decían...
Recuerdo cuando me tocó entrevistar a Basclay Zapata Reyes, el "Troglo", con quien me había tocado estar en un careo" indica Mario Aguilera a Cambio21. "Lo ubiqué y le pedí la entrevista, necesito hablar con un victimario, le dije, alguien que haya estado al otro lado de esta historia"... "Fue un balde de agua fría enfrentarlo, me pilló mal parado, no sé si estaba en condiciones de hacerlo", expresa.
"Imaginaba manos grandes"
La entrevista se hizo en la Iglesia San Francisco, donde les prestaron una pequeña sala. Quedaba a pocos pasos de Londres38, donde tiempo antes torturado y torturador habían estado frente a frente, "la misma iglesia sonde yo vendado escuchaba las campanadas, las mismas campanadas que escuchaba él -apunta Aguilera-, me lo imaginaba más grande, más alto, con las manos muy grandes, por los golpes que había recibido de su parte y no era ni tan grande y sus manos tampoco y me di cuenta que en los años que habían pasado desde que me detuvo y flageló, él lo había pasado peor que yo".
Con cierto orgullo Mario Aguilera reflexiona acerca de a quién tenía en ese momento adelante: El Troglo "había estado muchas veces detenido, estaba separado, sus hijas no lo querían ver, él estaba mencionado como uno de los violadores de mujeres que tenía la DINA en los lugares de detención... y yo estaba allí, completo, íntegro", señala.
"Luego de la entrevista salí a caminar por las calles de Santiago, me costó retomar el sentido. Ya de vuelta al diario, la Directora (Mónica González), me pregunta dónde había estado... me abrazó nos pusimos a llorar... fue difícil -recuerda y no puede evitar que sus ojos se humedezcan, como si volviese a vivir aquel instante-, incluso una colega debió transcribir las notas, pues no fui capaz de hacerlo, era sin dudas lo más duro volver a escuchar lo que había oído algunos momentos antes".
Ahora tu nombre es "45"
Cuando supo que había llegado a Londres38, Mario sintió que "el miedo, me entraba por la boca, por las orejas lo sentía en el estómago. Era el primer paso, ya sabía que lo pasaría muy mal, me dijeron que me olvidara de mi nombre, desde ahora serás el 45, ese es tu número eres el 45".
"Dónde está el cuarenta y cinco, que venga p" acá" ... esa llamada por algún custodio era el preludio de una nueva sesión de torturas... "me ordenan desvestirme. Comienzo a hacerlo y uno de los agentes apuraba la tarea, una vez desnudo me dicen que me acueste sobre las huinchas de un somier, la vulgar parrilla, no quería pensar en lo que se venía aunque lo adivinaba, llegan otros dos agentes y comienzan un dialogo estremecedor, el miedo se transforma en angustia. "Ahora lo vamos a saber todo, este cabrito tiene que cantar" decían y me amarran las manos y los pies a la parrilla".
"Ya weón, ¿quién es tu jefe? No alcancé a responder y me tenían un trapo en la boca, mientras tanto uno de ellos daba vueltas la manivela del magneto y sentía la corriente en los genitales, ya cabrito tenis que colaborar o lo vai a pasar mal decía otro. El dolor no era tan grande, pero era desesperante. Luego cambiaron las pinzas y me las pusieron en las sienes, afirmadas por la venda y seguían preguntando incongruencias, ya pos ¿dónde están las armas? ¿Quiénes eran tus contactos? No me dejaban responder y venía otra carga de electricidad, gritaba pero era enmudecido por el pedazo de toalla que me ponían en la boca. No sé cuánto duró pero era una suerte de ablandamiento, me parecieron horas, pero no podía ser tanto".
¡Yo soy el Romo!
Uno de los más famosos torturadores y quien muriera en prisión, el Guatón Romo, se vanagloriaba de su crueldad. Bien lo supo la orientadora Nuvia Becker, quien sufrió sus flagelos: "Al poco rato de estar en la jaula, el Romo me vino a buscar. Me sacó al patio. Allí, entre amenazas y bromas me sacó la venda, me alzó en sus brazos y me dijo: "¿Sabís quién soy? Soy el Romo. Estai en la DINA y tenis que hablar o si no lo vai a pasar mal".
Sus amenazas no eran una broma: "Me colocó la venda, me condujo con rudeza a la pieza de tortura donde me hicieron desnudar, me amarraron a una cama o somier de metal pusieron electrodos a lo largo de mi cuerpo: sienes, boca, senos, vagina y tobillos y por mucho rato me aplicaron corriente eléctrica, a la vez que a gritos me pedía que entregara gente, direcciones, puntos y que dijera a que estructura pertenecía".
Osvaldo Romo mantuvo hasta el final ese aire de fiereza: "Lo haría igual, y peor aún. Y no dejaría periquito vivo. ¡Todo el mundo pa' la jaula! Ese fue un error de la DINA, yo se lo discutí hasta última hora a mi general. ¡No deje a estas personas vivas!", declaró en una entrevista en 1992, luego que regresó a Chile expulsado desde Brasil. Casi al morir pidió perdón, pero nadie le creyó.
Para que nunca más
"Lo que acontece hoy día en materia de DDHH., es una consecuencia de lo que aconteció durante la dictadura de Pinochet. Una de las materias pendientes sobre el tema, es la dictación de normas y el nombramiento de una Comisión Nacional de Prevención de la Tortura, la que debería haberse creado en febrero del 2010, en el marco de la Convención Internacional contra la Tortura, que nuestro país ratificó internacionalmente", indica Hervi Lara Bravo Coordinador de la Comisión de Ética en contra de la Tortura - Chile (CECT) y Delegado del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (Sicsal),
"Esto habría sido muy útil, por ejemplo, para prevenir lo que ha acontecido en las cárceles en los abusos a los presos por parte de algún personal de Gendarmería y que ha dado lugar a la presentación de querellas criminales por parte del Instituto Nacional de derechos Humanos", asegura.
Mario Aguilera ratifica: "Lo que sucede en las cárceles hoy o cuando carabineros encierra a una persona en un furgón y lo deja olvidado allí y éste muere y tantos abusos que hasta hoy existen, como en Gendarmería, no sucederían si se conociera la verdad de lo que ocurrió en Chile durante la dictadura, si se tomara conciencia, si se sacara alguna lección de lo que pasó. Debería enseñarse DDHH en los colegios, las universidades, los institutos militares, gendarmería, carabineros, en fin, que se entendiera que los derechos humanos son respetar la vida humana".
"Es necesario conocer la verdad, porque no quiero que mi nieta ni la que viene en camino, ni mis hijos ni los hijos de los demás pasen por lo que yo pasé. Es bueno que la generación actual conozca lo que pasó, sino las cosas se van olvidando y eso no es bueno", afirma convencido Mario Aguilera, y sabe de lo que habla.
La ley de punto final
El Informe Valech, permitió concluir que en Chile se aplicó la tortura de manera masiva y sistemática durante el régimen militar, favorecida por éste, mediante el establecimiento de una "maquinaria" de represión "legalizada". La ley que reguló los beneficios para prisioneros y torturados políticos, estableció la confidencialidad de la información aportada por las víctimas ante esa Comisión, por un plazo de 50 años.
Para Hervi Lara Bravo, "la paz no se obtiene sin justicia, por ello la dictación de la ley que ordena que los testimonios completos de las víctimas contenidas en el informe Valech sean desclasificados después de 50 años de su publicación, ha sido uno de los motivos que ha mantenido vigente la CECT en nuestro país".
"Mediante esta ley -asegura Lara-, se impide que el poder judicial tenga acceso a la información contenida en el informe Valech, lo que ha dificultado la búsqueda de verdad, pues no se han dado a conocer los nombres de quienes torturaron y permanecen muchos de ellos impunes aún". En la práctica es una ley de punto final que al permitir la impunidad en la violación de los DDHH y facilita que estos se reproduzcan. Pareciera que fue una garantía que se les dio a la FFAA.", afirma.
Últimas sentencias en casos de torturas parecen poner fin a la impunidad
La existencia de recientes sentencias del poder judicial que reconocen al secuestro y la tortura como delitos de lesa humanidad, como el caso de la Corte de Valparaíso que condenó en la causa rol 551-2013 a marinos que torturaron arriba de los buques a prisioneros políticos, es un avance efectivo. Lo mismo las querellas por apremios ilegítimos acogidas a trámite, como la de Harry Cohen Vera en contra del exalcalde Labbé (UDI) y la condena a los torturadores de los diputados Aguiló y Teillier, conocida esta semana.
También es un buen aviso el dictamen de la Contraloría general de la República que ordena desclasificar información sobre torturas contenidas en la Comisión Valech II. "Pero hay que tener cuidado que esos hechos no sean el vuelo de una golondrina, en el sentido que son aislados, que no sean solo una imagen a la que las autoridades recurran para dar la sensación en materia internacional de que están cumpliendo los tratados internacionales en contra de la tortura", advierte Hervi Lara.
FUENTE: CAMBIO 21
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